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Arrestado 'el loco de la ballesta' cuando intentaba fugarse de Quatre Camins

Andrés Rabadán Escolar, el joven que hace años hizo descarrilar tres trenes de Renfe y mató a su padre con una ballesta, fue detenido en la madrugada de ayer cuando intentaba fugarse de la prisión de Quatre Camins (La Roca del Vallès). El preso, de 29 años y conocido como el loco de la ballesta, fue absuelto de todos los cargos por el Tribunal Supremo en 1997 al considerar que estaba afectado de esquizofrenia. Pese a ello, los jueces decretaron su ingreso en un centro psiquiátrico por un máximo de 20 años.

El intento de fuga se descubrió sobre la 1.00 de la madrugada, después de que el preso serrase los barrotes de su celda en la enfermería de la cárcel de Quatre Camins. Posteriormente, Rabadán subió al tejado del módulo para proseguir la huida, pero en ese momento fue sorprendido por las cámaras de vigilancia de la prisión y los sensores. Los Mossos d'Esquadra dieron la alerta inmediata y los funcionarios de la cárcel evitaron así el intento de fuga.

El Departamento de Justicia de la Generalitat emitió ayer una nota en la que explicaba que el preso utilizó una sierra de pelo de metal de unos 25 centímetros de longitud que, debido a su flexibilidad, es muy difícil de localizar. Rabadán cumplirá las tres cuartas partes de la condena en julio de 2007 y obtendrá la libertad definitiva en 2012.

Luis Chia, su abogado, se mostró ayer confiado en que el intento de fuga no comporte un nuevo proceso penal contra Rabadán, 'sencillamente porque ningún tribunal ha dictado una sentencia condenatoria y, por tanto, no puede decirse que la esté cumpliendo'.

Rabadán fue condenado en mayo de 1995 por la Audiencia de Barcelona a penas que sumaban 18 años de prisión por el descarrilamiento de tres trenes de Renfe, todos de la línea del litoral, entre diciembre de 1993 y enero de 1994. Sin embargo fue absuelto del asesinato de su padre, ocurrido el 6 de febrero de ese mismo año en el domicilio que compartían en Sant Genís de Palafolls, cuando le disparó con una ballesta. Minutos después se entregó a la Guardia Urbana. La defensa recurrió y el Tribunal Supremo revocó la condena al considerar que si se le absolvía del asesinato porque no pudo controlar su comportamiento a causa de la esquizofrenia, por ese mismo motivo no se le podía condenar por los descarrilamientos.

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