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Bush promueve una reforma de la educación pública como primera ley de su presidencia

Una hermosa jornada de sol y nieve en Washington saludó ayer a Bush después del día de toma de posesión más triste climáticamente y conflictivo políticamente en varias décadas. En ese día de toma de posesión, en el que la lluvia y varios miles de manifestantes -nueve de los cuales fueron detenidos- enturbiaron su llegada al poder, Bush adoptó las dos primeras decisiones de su presidencia. Una para establecer un riguroso código ético de conducta para su Gobierno; otra para bloquear las últimas decisiones de Clinton hasta que sean estudiadas por el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

Esta última medida, que tiene precedentes, establece una moratoria de 60 días para la entrada en vigor de medidas como la conversión en santuario inaccesible a la explotación petrolera de un tercio de los bosques de EE UU. También a otras órdenes de los últimos días de Clinton como la obligatoriedad de pruebas bacteriológicas en la industria cárnica y de criterios ergonómicos en las empresas para reducir las lesiones de los trabajadores. La nueva Casa Blanca informó ayer de que estudiará a fondo esta herencia, que puede ser anulada parcial o completamente.

Bush quiere empezar a poner su sello a EE UU y comenzará mañana enviando un proyecto de ley sobre educación pública al Congreso, donde sus correligionarios republicanos cuentan con una pírrica mayoría. Ese proyecto concede más competencias y fondos a los Estados, los condados y los municipios, pero les exige que demuestren al Gobierno federal que los alumnos están obteniendo buenos resultados. También abre la posibilidad de que, en los casos en que las escuelas públicas sean muy malas, los padres puedan usar el dinero público para enviar a sus hijos a centros privados. Son los polémicos cheques escolares.

El recorte de impuestos y el refuerzo militar fueron otros dos objetivos citados por Bush en su discurso de toma de posesión, el sábado. Para lo primero tendrá que lidiar con un Partido Demócrata y un Alan Greenspan que temen que eso ponga en peligro el superávit presupuestario que ha dejado Clinton.

Defensa contra misiles

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En lo segundo, Bush tendrá que adoptar en las próximas semanas sus primeras decisiones sobre el sistema de defensa contra misiles que tanta inquietud despierta en Moscú, Pekín y las capitales europeas.

Tras unas elecciones tumultuosas y las protestas del sábado, el nacimiento de la presidencia del segundo Bush está sometido a particular escrutinio nacional e internacional. John Ashcroft, su candidato al puesto de fiscal general, no será confirmado por el pleno del Senado hasta finales de esta semana. Pero salvo en ese caso, la oposición demócrata a sus designaciones ministeriales está siendo liviana. En la tarde del sábado, tras el juramento presidencial en el Capitolio, el pleno del Senado ratificó por aclamación los nombramientos de Colin Powell (secretario de Estado), Donald Rumsfeld (secretario de Defensa), Paul O'Neill (secretario del Tesoro) y otros cuatro ministros del nuevo Gobierno.

En las audiencias para su confirmación, O'Neill pareció aceptar que el recorte de impuestos de Bush puede que no sea la medicina que necesita la ahora alicaída economía norteamericana, lo que ayer obligó a la nueva Casa Blanca a precisar que en ese asunto hay 'coincidencia de puntos de vista' entre el presidente y su ministro.

Bush se enfrenta ya a problemas no previstos en su programa electoral, como la crisis energética de California o el momento crítico de las negociaciones de paz en Oriente Próximo, que Clinton no pudo culminar. Otro asunto de urgencia es la redacción de su proyecto de presupuestos para el próximo año fiscal, que debería estar ultimado en las próximas semanas.

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