Rebaja preventiva
Tal como estaba previsto, la OPEP ha decidido recortar su producción en 1,5 millones de barriles diarios con el fin de evitar que se derrumben los precios como consecuencia del crecimiento de las reservas. Esta decisión puede profundizarse con un recorte adicional de un millón de barriles a partir del 16 de marzo si el mercado no reacciona con la presteza que esperan los productores. Aunque el precio del crudo no está ahora en el primer plano de las preocupaciones de la economía mundial, es obvio que tendrá consecuencias, y no precisamente favorables, para el control de la inflación en los países industrializados. Desde luego, no mejora las expectativas de crecimiento si el recorte de producción excede del objetivo declarado de mantener los precios entre 22 y 28 dólares.
Es verdad que la hipótesis más probable no es que vuelva a situarse por encima de los 30 dólares. El juego de fuerzas de la economía no es el mismo que hace meses, cuando la explosión de los precios sorprendió a los Gobiernos en una atmósfera de euforia y de revalorización imparable del dólar. Para Europa, las consecuencias de una eventual subida de precios serán menos duras, puesto que el euro se ha situado en una cotización de 92 centavos de dólar, con perspectivas de mantenerse, y, por otra parte, la demanda de combustibles en los próximos meses tenderá a bajar.
Aunque los efectos no sean traumáticos, el recorte de producción es un buen pretexto para recordar que Europa debe reducir su dependencia energética. Este esfuerzo, que no cabe abandonar en periodos de bonanza, permitirá que las fluctuaciones de precio no afecten a sus tasas de crecimiento. Sin programas de eficiencia energética, los países europeos, y en particular España, están expuestos a subidas bruscas de inflación incompatibles con la estabilidad económica.
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