La aventura y la literatura viajan al compás en TVE
Ambas series están ligadas por abundantes nexos. En su realización, por ejemplo, no median agentes externos. No hay productoras privadas que intenten atraer el agua a su molino, y sí un productor común que lleva a cabo la planificación y la logística. Ángel Leñador, un profesional de largo recorrido en la cadena pública, explica las diferencias entre sus dos series. 'Al filo es una aventura en sí. El día a día de cada expedición condiciona el trabajo, aunque siempre existe una infraestructura mínima y una logística básica que hay que planificar. Ésta es mi tierra es un programa más ortodoxo en cuanto a su concepción. Se trabaja sobre una escaleta de guiones y eso nos permite confeccionar un plan de trabajo'. Sebastián Álvaro, director de Al filo, es menos diplomático. 'Somos muy anárquicos trabajando y eso nos produce muchos problemas. A cambio, tenemos gran capacidad para improvisar sobre la marcha'.
Comparten también la idea de una televisión diferente: un producto muy elaborado técnicamente y con una historia sólida a sus espaldas. 'Estamos en la trinchera y eso es un privilegio', apunta Juan Manuel Martín de Blas, director de Ésta es mi tierra, cuyos nuevos capítulos se estrenarán el próximo domingo. 'El documental es un género específicamente televisivo. Y es muy complicado. Sobre todo cuando se quiere contar una historia con una cierta tensión dramática. Los guiones tienen tanto peso como la imagen'. Por eso recalca que 'trabajar con escritores de indudable talento ha sido un lujo asiático'. Álvaro subraya que 'ni la aventura ni el documental tienen sentido si no hay una historia detrás'. En su caso, las expediciones se viven y se cuentan al tiempo.
Leñador traza el diseño de ambas series desde un pequeño despacho de Prado del Rey (la sede de Televisión Española, en las afueras de Madrid) desde el que ni siquiera se ve la calle. Pero desde allí es capaz de enfocar lugares mágicos. Uno de los destinos más complejos, 'por su incertidumbre', ha sido el Polo Norte. Y uno de los más peligrosos que ha pisado, el cañón del Yarlung Tsangpo. Se trata de un gran río que discurre por el extremo oriental del Tíbet abriéndose paso entre la espesura de una jungla de bambúes y en cuyos alrededores más de uno ha dicho haber visto al abominable hombre de las nieves. Los responsables de Al filo aseguran que el Tsangpo guarda en sus entrañas, cuando menos, a algún piragüista temerario.
La expedición española tuvo que luchar contra una naturaleza hostil y contra las supersticiones de los porteadores, que arrojaron los sacos de alimentos por un barranco para evitar que los expedicionarios se adentraran en la región de las envenenadoras.
La burocracia es el tercer enemigo. Tras filmar el misterioso cañon, las autoridades chinas retuvieron las películas sin causa justificada aparente. Leñador, firme en su papel, se negó a regresar sin el material gráfico. 'Yo sin las cintas no me voy', dijo. Las recogió en Madrid cuatro meses después.
Los viajes de Ésta es mi tierra han sido menos arriesgados. De la mano de Carme Riera, Soledad Puértolas, Josefina Aldecoa, Ángel González, José Luis Sampedro, Terenci Moix y José Luis García Montero ha recorrido las laberínticas calles del Raval en Barcelona, los parajes lorquianos de Granada y las riberas del Tajo, entre otros rincones. En Egito ha experimentado dificultades que hasta ahora parecían patrimonio de Al filo. 'Procuramos llevar los permisos desde Madrid', dice Leñador, 'pero siempre hay algún funcionario en el último eslabón de la cadena que pone pegas'. En estos casos, la única receta es echar mano a la cartera y repartir un puñado de libras a los quisquillosos funcionarios de los museos donde duermen las momias de los faraones.
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