El embrujo andaluz de Caro Baroja
Un libro resalta la estrecha y poco conocida vinculación del antropólogo con el Sur
Brujas, lo que se dice brujas, no ha habido en Andalucía, si por ello se entiende la ministra del demonio, que hace maleficios, se entrega sexualmente al diablo, asesina a niños y parodia la religión cristiana. Así lo mantiene el profesor de la Universidad de Sevilla, Francisco Núñez Roldán, uno de los antropólogos que participan en el libro El diablo, las brujas y su mundo. Homenaje andaluz a Julio Caro Baroja (Signatura Ediciones), que ha coordinado Salvador Rodríguez Becerra, profesor de Antropología de la Religión de la Hispalense. El mundo de las brujas fue uno de los temas a los que Julio Caro Baroja (Madrid, 1914-Vera de Bidasoa, 1995) prestó más atención por haberse criado en Navarra y en el País Vasco, donde han tenido una realidad palpable, a diferencia de Andalucía, 'tierra con la que el antropólogo tenía estrechas vinculaciones tanto personales como intelectuales que, sin embargo, son poco conocidas', afirma Rodríguez Becerra, que hace tiempo venía acariciando la idea de hacer un homenaje al autor de Las brujas y su mundo (1961) y poner de manifiesto la relación entre Caro Baroja y la comunidad andaluza.
La obra se divide en dos partes: la primera reúne trabajos de interpretación de estas hechiceras. 'En Andalucía ocupan un lugar secundario en el sistema de creencias mágico-religiosas. La Inquisición había mostrado una actitud benevolente con ellas. Ya en el siglo XVI se llega a la conclusión de que no tienen tanto que ver con el demonio como con la marginación social. El tribunal del Santo Oficio da instrucciones de que en estos casos sean comprensivos y benevolentes. El descubrimiento de este cambio de actitud de los inquisidores se debe en gran parte a los trabajos iniciales de Caro Baroja', explica Rodríguez Becerra.
La segunda incluye el estudio de la vida y la obra del autor de Los pueblos de España y su relación con Andalucía, a la que dedicó algunos de sus estudios más decisivos. 'Tenía proyectada una gran obra que no llegó a escribir pese a que reunió gran cantidad de documentación', indica el coordinador. La Diputación de Málaga ha recogido todos sus artículos publicados y otros inéditos en De etnología andaluza (1993).
Su vinculación andaluza fue triple: familiar (su padre, Rafael Caro, era malagueño de origen sevillano y su abuelo, Serafín Baroja fue ingeniero en las Minas de Riotinto, donde nació su tío Pío Baroja); por residencia, pues el antropólogo, además de los domicilios de Vera de Bidasoa (Navarra) y la vivienda de Madrid, solía pasar largas temporadas con su hermano Pío y su familia en Churriana (Málaga), en una casa que compró en 1956 animado por su amigo Gerald Brenan.
Y por último, por razones intelectuales. Caro Baroja recorrió pueblos y ciudades andaluzas siendo director del Museo del Pueblo Español (1944-1995), que nunca estuvo abierto. Le descubren la antropología dos extranjeros. Uno fue George M. Foster, antropólogo norteamericano, a quien Caro Baroja acompaña, entre 1949 y 1950, en sus viajes por el sur en automóvil en una suerte de itinerario etnográfico que les llevan a Bailén, Córdoba, Bujalance, Cañete de las Torres y Porcuna (Jaén), para pasar a la comarca de Los Pedroches con visitas a Pozoblanco, Añora y El Guijo. Después pasarán a la Sierra de Cádiz, donde conocería al antropólogo Julián Pitt-Rivers, con el cual mantuvo una estrecha amistad. Tras atravesar Cádiz, se dirige a la provincia de Huelva, desde Trigueros, Calañas, Rociana y Valverde del Camino al Cerro del Andévalo, Alosno y Puebla de Guzmán. 'Evita las grandes ciudades. Tomaba notas e iba dibujando lo que veía', dice el profesor, que destaca como una de sus principales aportaciones haber logrado ensamblar en sus estudios la historia y la antropología, 'el pasado y el presente. Supo combinar el análisis antropológico con el histórico sin dogmatismos y con claridad en su exposición', apunta.
De regreso a Madrid pasarán por Carmona, La Luisiana, Écija, La Carlota y otros lugares en los que se evidenciaba el proyecto colonizador de Carlos III. Al año siguiente visitarán la Alpujarra, Málaga, Antequera, Loja, Úbeda, Baeza, Córdoba y Puente Genil. A Caro Baroja le llamaron la atención dos cosas: la pobreza de la región y su gran variedad y colorido. 'Bajar hacia el Guadalquivir por los olivares de Jaén aún me conmueve las fibras.Los pueblos me atraen más que los castellanos y las personas parecen, por lo menos en principio, más variadas y variables de carácter que las de otras partes de España', escribió.
En sus escritos, rechaza la visión esencialista de las sustancias culturales andaluzas: 'Creo que hay que desterrar las maneras comunes de plantear el estudio de la cultura andaluza actual, bien sea de los que podríamos llamar arabizantes, es decir, los que exageran la importancia de la cultura árabe para explicarla, bien de los que defienden la nula o casi nula significación de lo árabe desde este punto de vista'. Y considera que la amenaza más seria que pesa sobre Andalucía y lo andaluz 'es que se quiere imponer una imagen estática de su identidad hecha a base de lugares comunes más o menos amoriscados, califales o de la época de las taifas... Andalucía y 'lo andaluz' son más que eso.'
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