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Tribuna:COYUNTURA INTERNACIONAL
Tribuna
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Melchor, Gaspar y... Greenspan

Aunque al otro lado del Atlántico los Reyes Magos no llegan, la Reserva Federal parece haberse contagiado del espíritu de Sus Majestades. El obsequio llegaba el 3 de enero en forma de recorte de los tipos de interés, anticipándose a la reunión prevista para finales de mes. Este movimiento a la baja, hasta el 6% del nivel objetivo de los fondos federales, otorga un nuevo argumento de la agilidad que sigue mostrando el anciano Greenspan. No podemos decir que no lo había anunciado. Sin duda, el discurso del 5 de diciembre marcó un punto de inflexión en el tono que venían mostrando sus intervenciones, ya que abandonó la preocupación por las posibles tensiones generadas en el mercado laboral y se centró en los riesgos de desaceleración económica. El mensaje de alerta era claro: un cambio de fase aumenta la vulnerabilidad de la demanda ante el efecto riqueza negativo derivado de la pérdida de valor de los activos de renta variable.

En la nueva era republicana, la política monetaria vuelve a apadrinar el crecimiento sostenido de EE UU

En todo caso, en el FOMC celebrado el 19 de diciembre se decidió mantener el tipo de interés de intervención, aunque en el comunicado posterior el mensaje de preocupación se reiteraba. Tan sólo dos semanas después, las declaraciones daban paso a los hechos decidiendo una sorpresiva, aunque anunciada, ralajación de la política monetaria. ¿Por qué tanta premura? Posiblemente, la pretensión no haya sido adaptarse a las expectativas de mercado, sino modificarlas. La bajada de tipos de interés estaba más que descontada, pero el efecto sorpresa cuajó con entusiasmo en las bolsas. La prueba más elocuente fue la reacción inmediata del Nasdaq, que cerró el miércoles con un alza histórica. Esta es la primera ocasión, desde que se desatara la crisis asiática, en la que se anuncia un descenso del tipo de intervención sin que medie una reunión del FOMC.

No obstante, la situación actual es radicalmente distinta a la que imperaba a finales de 1998. Si en aquella ocasión era el contexto internacional de crisis la que reclamaba la instrumentación de una política monetaria laxa, ahora sobran argumentos de índole interna para justificar la decisión. Como recoge el comunicado de la Reserva Federal, a la brusca desaceleración de las ventas y la producción en los últimos meses del año se unen al deterioro de la confianza del consumidor para configurar un escenario de elevado riesgo. Recordemos que en el tercer trimestre de 2000, el PIB mostró el menor ritmo de avance trimestral de los últimos cuatro años. Además, las principales partidas del índice de directores de compras (NAPM) de diciembre se aproximaban a referencias cercanas a los mínimos históricos de la crisis de 1990. En cuanto al empleo, se han generado casi 800.000 empleos menos que en 1999.

Este diagnóstico de desaceleración económica pesaba cada vez más en las cotizaciones bursátiles. El año 2000 se cerraba con los peores resultados registrados desde 1981 en los índices de Estados Unidos y desde el inicio de la década en las plazas europeas. Aunque el detonante de este proceso fue el pinchazo de la burbuja generada sobre los valores tecnológicos, los sectores más tradicionales también acusaron esos nocivos efectos.

En definitiva, si la intención de Greenspan era que los mercados volvieran a creer en los Reyes Magos, la prueba está superada de momento. El explícito comunicado que anunciaba nuevos recortes de tipos de interés junto a las rebajas fiscales anunciadas por el presidente electo, George W. Bush, mitigan el riesgo de aterrizaje brusco de la economía, que los últimos indicadores insisten en anunciar. En la nueva era republicana, la política monetaria vuelve a jugar el difícil papel de apadrinar el crecimiento sostenido que la nueva economía parecía garantizar.

Yolanda Fernández y Raquel Vázquez son responsables, respectivamente, de Análisis Económico y economista en Analistas Financieros Internacionales.

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