'ISRAEL, BAJO LA AMENAZA DEL FASCISMO'
El historiador israelí, Zeev Sternhell, exige una solución de paz que reconozca los derechos palestinos, pero excluye el retorno de los refugiados al Estado sionista
Zeev Sternhell, catedrático de la Universidad Hebrea de Jerusalén, es bien conocido por su obra sobre el fascismo europeo. Hace unas semanas que ha aparecido la trilogía que, bajo el título de La France, entre le nationalisme et le fascisme (Fayard), reúne sus libros, ya clásicos, sobre Maurice Barrès, la derecha revolucionaria y la ideología fascista. Sternhell es un intelectual comprometido cuya voz se encuentra entre las más críticas y personales de la sociedad israelí. Próximo a las tesis de los pacifistas, no es, pese a ello, un pacifista y, aunque su obra comparte muchas de las afirmaciones de los nuevos historiadores, no es tampoco uno de ellos.
Zeev, de 65 años, cortés y amable, palabra certera y enérgica, porte entusiasta y combativo de un joven, habla en Jerusalén.
EN LOS AÑOS 70, NI PERES, NI RABIN, Y MUCHO MENOS GOLDA MEIR, ACEPTABAN LA IDEA DE UN ESTADO PALESTINO
'Nos amenaza el peligro del fascismo, porque la colonización, el rechazo a reconocer los derechos nacionales de los palestinos, a aceptar los principios universales como base de la creación del Estado palestino, es lo que va a corromper a la sociedad israelí. Llevar el nacionalismo más allá de ciertos límites acarrea esta corrupción'.
¿De qué límites hablamos?
'La creación de un Estado judío era una necesidad histórica, existencial, tras una guerra, la guerra de independencia, en la que muere el 1% de la población. Es la victoria la que permite crear el Estado, y todos los objetivos del sionismo pueden realizarse dentro de los límites territoriales obtenidos desde el año 1949 al 1967. Existe una diferencia esencial entre lo que se conquista antes del 49 y después del 67 (Cisjordania y Gaza). Las conquistas producto de la Guerra de los Seis Días no tenían la legitimidad sin la que Israel no podía pretender la aprobación internacional. La guerra nos fue impuesta, pero eso no justifica la conquista de Cisjordania. Al igual que se devolvió el Sinaí (1982), hay que devolver todo lo ocupado, salvo Jerusalén'.
Eso no significa, sin embargo, que el profesor sea partidario, como lo fue la OLP palestina hasta 1974, de un Estado binacional judeo-palestino
'No un Estado binacional, sino un Estado en el que los judíos sean la mayoría y en el que los palestinos deberán vivir en igualdad auténtica, no sólo formal. Hay que hacer la paz sobre la base de un Estado palestino, con un 95% de Cisjordania y Gaza, y habrá que evacuar a los colonos más allá de la Línea Verde; todo, menos Jerusalén. Hay que desmontar los asentamientos de la franja de Gaza, y es un error no haber incluido esto en los acuerdos de Oslo'.
Pero, por encima de todo, es un intelectual comprometido.
'Cuando, hace ya más de un cuarto de siglo, gente como yo tomamos un camino, las ideas que defendíamos eran las propias de los marginales, y hablar a favor de un Estado palestino era colocarse fuera de la ley. En los años setenta, ni Peres, ni Rabin, y mucho menos Golda Meir, para quien los palestinos ni existían, aceptaban la idea de un Estado palestino. Los hombres que firmaron los acuerdos de Oslo (1993) no reconocían entonces la existencia de los palestinos; para ellos, nosotros éramos unos traidores. No digo nada que no haya dicho hace ya 20 años; Israel se encuentra ahora en un proceso de descolonización que pasa por desmontar los asentamientos, lo que significa un enfrentamiento que nos puede llevar al borde de una guerra civil. Continúo haciendo lo que siempre he hecho: entrar en la vida política activa supone pagar un precio de una cierta integridad; yo veo lo que les ha ocurrido a algunos de mis amigos. Creo que puedo ser fiel a mis ideas y sigo defendiéndolas, tratando de cumplir con mi deber. Es evidente que es la situación la que permite que las ideas se conviertan en hechos políticos, pero, aunque no me hago ilusiones sobre el poder del intelectual, creo que se produce un fenómeno de acumulación en el tiempo que sí contribuye a ello'.
Intelectual con la pluma en una mano y el fusil en la otra.
'Lucho en la guerra de Líbano, en 1982, y el mismo día en que soy desmovilizado participo en la primera manifestación contra la guerra, en Jerusalén. Participamos tres oficiales, un piloto, el jefe del comando y yo mismo. Lucho en la guerra cumpliendo con mi deber, me manifiesto contra ella en cuanto me desmovilizan. Creo que es eso lo que nos da la autoridad moral para luchar contra la guerra, a diferencia de lo que ha ocurrido, por ejemplo, en EE UU; aquí, los mismos que luchábamos éramos quienes nos manifestábamos contra la guerra. ¿Pluma en una mano y fusil en la otra? Sí, nosotros, los que nos batimos por la paz, también luchamos; yo he tenido que matar; no he tenido ningún problema en disparar cuando ha sido necesario: he disparado, en el 56, sobre soldados egipcios que se encontraban a tres metros de distancia. Ahora ha llegado el momento de hacer la paz. Ahora hemos llegado a un punto importante, tal vez crucial, en el que Israel debe comprender que se trata de un momento difícil y duro, el de la descolonización. Y ésta no podrá hacerse sobre la base del consenso. Barak ha fracasado porque se ha negado a seguir ese camino, que algunos políticos como De Gaulle siguieron. Hay que buscar a alguien que tenga esa estatura, y no veo a nadie; si hay que esperar a que nazca y madure, quizá yo ya no lo vea. Las élites deben movilizarse con determinación para llevar a cabo el imprescindible trabajo de reconciliación'.
Está anocheciendo. Desde el despacho del profesor Sternhell, dentro de esa peculiar mezcla de campus americano y enorme búnker de piedra caliza que es Mont Scopus, se pueden ver las iluminadas murallas de la vieja Jerusalén y oír con claridad la llamada a la oración que, desde la mezquita de Al Aqsa, hace el muhecín. Bajamos desde la Universidad Hebrea hacia el centro de la ciudad a lo largo de la Línea Verde. Mientras conduce, Zeev va señalando los lugares en donde se encontraban las posiciones que ocupaban los israelíes en la guerra del 48.
Hemos llegado ya al límite de las murallas de la ciudad vieja y dejamos a la izquierda la carretera que se dirige hacia Belén para subir, cuesta arriba, hacia la zona oeste de esta ciudad de las siete colinas que es Jerusalén.
El profesor habla del problema de los refugiados palestinos, que, afirma, ha sido mal llevado en las negociaciones con los palestinos y al que hace mucho que habría que haber hecho frente. Podrán volver todos los de Palestina, es decir, al este de la frontera del 48-49, pero no los de Israel, no los de Lod, por ejemplo, salvo en aquellos casos en que se trate de reunión de familias. Ya es de noche cuando me despido de Zeev, a la altura del cruce en el que, los viernes, desde hace años, a pesar de la violencia contra la que luchan y que tantas veces se ejerce contra ellas, se manifiestan, silenciosa y pacíficamente, en pro de la paz, las Mujeres de Negro de Israel.
Carmen López Alonso es profesora.
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