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Reencuentros, cantos y oraciones

"Si estás por aquí, nos encontramos mañana después de la oración de mediodía en la entrada del recinto 2. Llevaré una bufanda y un gorro de color amarillo". Es uno de tantos mensajes que los jóvenes que participan en el encuentro de Taizé utlizan para comunicarse. La hora del rezo sirve como referencia para casi todo. Además, se indican la vestimenta para facilitar la búsqueda entre la muchedumbre. Los textos se depositan en cajas, donde figura la inicial del nombre del destinatario. Así, muchos de los asistentes intentan ponerse en contacto con amigos o conocidos que esperan encontrar en Barcelona.Miles de jóvenes se agolpan ante las cajas que sirven de buzón, para recibir mensajes y para enviarlos. No siempre el destintario recibirá la nota. Quizá este año no haya acudido a la cita.

A algunos, sin embargo, no les ha hecho falta recurrir a los mensajes. Cristina García, de Madrid, se encontró ayer por la mañana nada más llegar al local de oración con Luis Mérida, un sevillano con el que había coincidido dos semanas en Taizé en 1998. "Ha sido una gran sorpresa. La verdad es que no esperaba encontrarlo. No nos habíamos vuelto a ver desde entonces, ni siquiera habíamos vuelto a hablar", explica esta estudiante de último curso de Fisioterapia. Esta vez, sin embargo, intercambiaron sus teléfonos móviles antes de despedirse. Luis se iba "de turismo por Barcelona". Cristina, con sus primos Andrea y Guillem, prefirió recoger su comida y acudir a la oración comunitaria del mediodía.

Desde las 12.00 hasta las 13.00 horas, colas multitudinarias enfilan hacia uno de los pabellones del recinto donde los 80.000 jóvenes podían pasar a recoger su almuerzo. "Es una comida sencilla como todo en nuestra comunidad", dice el hermano Émile. Cientos de voluntarios repartían una bolsa de plástico a los asistentes que iban desfilando y que la llenaban a continuación con un panecillo, una tarrina de sobrasada, una botella de agua, una manzana, un yogur y un pastelillo de chocolate como postre. "Lo guardo para después de la oración, es demasiado pronto para comer", explica Cristina, que no está acostumbrada a estos horarios. Lo mismo haría con la cena, ya que se reparte entre las 17.00 y las 18.00.

La joven madrileña tenía prisa para encontrar sitio en el pabellón de la oración. "La plegaria del mediodía no me gusta tanto como la de la tarde, que transmite mejor el espíritu de Taizé". Añade que sólo las velas iluminan la reunión, el ambiente es más tranquilo y acogedor y puede durar horas. Precisamente la de ayer fue presidida por el arzobispo de Tarragona, Lluís Martínez Sistach, junto con el hermano Roger, fundador de la comunidad.

"Para mí, el movimiento de Taizé no tiene nada que ver con la Iglesia que conocemos; aquí nos sentamos todos juntos en el suelo, incluso los hermanos, y participamos conjuntamente de una manera muy diferente a la que estamos acostumbrados", explica Guillem, de Cornellà. Las oraciones comunitarias son una sucesión de cantos breves, que se van repitiendo y en los que se intercalan intervenciones del hermano Roger. Estas alocuciones invitan a la meditación. Son fragmentos bíblicos o de la carta de Taizé, que cada año escribe el fundador de la comunidad, y se oyen por los altavoces, traducidos a los idiomas de los asistentes.

Muchos jóvenes se suman a los cantos; otros permanecen en silencio a lo largo de toda la oración. "Cada cual es libre de aprovechar ese momento como más le apetezca", dice Andrea. "Y la riqueza que esto te aporta no se encuentra en otro sitio", remata Cristina.

Jordi Roviralta

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