Un abuso que no estoy dispuesto a pagar
Son las diez de la noche. Empieza la película. Y es todo un peliculón, con grandes estrellas de la gran pantalla. Y lo mejor de todo es que no hay que pagar, como en el sistema ppv (pago por visión), porque es un canal público.Llevamos ocho minutos de película, prácticamente no nos hemos situado, y... ¡publicidad! Quince minutos, ni más ni menos. Vuelve la película, pero tan sólo durante 14 minutos, y luego, otros 15 de publicidad. Total, que la película, de 90 minutos, termina de las 0.30 en adelante.
¿Por qué tenemos que consentir estas barbaridades de un canal que se supone se financia del dinero de los contribuyentes? Me parece bien que se haga publicidad para que las cadenas públicas puedan competir en audiencia y ofrecer un producto de calidad a los telespectadores. Pero entre el uso y el abuso hay un paso, y nosotros, como consumidores de un producto, que en nuestra sociedad es poco menos que de "primera necesidad", no estamos dispuestos a pagarlo dos veces.
Demandamos un servicio público aceptable. Seguro que los responsables de nuestras cadenas públicas saben encontrar un equilibrio entre la calidad y la cantidad de publicidad. Y si no son capaces, me muestro partidario de iniciar una proposición de ley por la vía popular (500.000 firmas) para controlar el tiempo de publicidad en televisión. Seguro que más de uno se sorprendería de la cantidad de gente que está harta de cansarse de ver una película, o un programa antes de que termine por culpa de un claro acto de abuso de la publicidad. Está claro que los actos como el día sin tele y cosas por el estilo han fracasado estrepitosamente, pero por un problema de dependencia, algo así como el síndrome de abstinencia.
Por eso hay que intentar cosas nuevas, y en un país democrático no se me ocurre otra cosa que la vía legal. A quien corresponda: la gente tiene cierto aguante, aunque más que aguante yo diría que es apatía de participar en los asuntos públicos, pero el día en que la masa estalle guiada por un efecto dominó de quejas y más quejas, se verán ustedes con el problema en las narices.- José Vicente Moncho Agud. Valencia.
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