"Sacar a los jubilados del circuito social supone un gran despilfarro"
"Sacar del circuito social a todo aquel que se jubila supone un gran despilfarro de recursos humanos". Lo dice Enrique Arriola (Éibar, 1955), médico geriatra y responsable de la Unidad de Memoria y Alzheimer de Fundación Matía de San Sebastián. El especialista ha coordinado La edad de la vida. Hacia un envejecimiento saludable y competente, una publicación editada por Erein, en la que se reivindica la productividad de este colectivo como una de las claves fundamentales para difrutar de la vejez. Llegar a la jubilación no tiene que suponer un trauma. Es una etapa en la que las personas disponen de todas las condiciones para "disfrutar de la vida como nunca". Arriola justifica esta afirmación con datos que revelan que aproximadamente el 95% de este colectivo se encuentra perfectamente, tanto desde el punto de vista físico como psíquico, para realizar todas las actividades de su vida diaria. "Muchas veces pensamos en los jubilados como viejos, incultos, pobres, inválidos y no es cierto", afirma. "Tienen mucho que enseñar". El geriatra aboga por ceder a las personas mayores de 65 años un protagonismo social que en estos momentos se les niega. "Su experiencia debe ser transmisible a otras generaciones. Los abogados, médicos, carpinteros o directores de banco jubilados pueden ayudar a los jóvenes a acceder al mundo del trabajo o incluso a colectivos débiles como los parados de larga duración. Pueden enseñar todo eso que no figura ni en los periódicos ni en los manuales", señala. Arriola mira así por el beneficio de todos. También el de los jubilados, porque entiende la productividad social como una de las claves para vivir un buen envejecimiento, junto con la salud o la cuantía de la pensión.
En estos momentos no existen parámetros biológicos para establecer cuándo una persona es vieja. "La edad es un dato más y en muchos casos no es relevante. Arriola recuerda que hace 35.000 años la esperanza de vida se situaba en los 20, que en el Imperio Romano no llegaba a los 40 años y que hoy se ha duplicado esta cifra. Y explica que en la actualidad el hombre tiene una capacidad de viabilidad biológica para vivir entre los 120 y los 125 años. "Cuando podamos manipular ese mensaje genético", apunta, "posiblemente nuestra esperanza de vida aumente".
Mientras tanto constata el envejecimiento de la población, que en territorios como Guipúzcoa ha conllevado una mejora significativa de los servicios asistenciales. "El País Vasco es el espejo en el que usualmente se miran otras comunidades para ver qué soluciones se están dando en este campo", afirma. El crecimiento imparable de este colectivo ha destapado problemas de atención que se han ido cubriendo desde la administración. "Desde siempre, la mujer ha sido la cuidadora por excelencia", dice. Pero su incorporación al mundo del trabajo, entre otras cuestiones, ha hecho que este modelo de familia esté hoy "en vías de extinción".
En todo caso, Arriola señala que la cultura de nuesto país tiene una ventaja sobre la anglosajona o la de los países del norte. "Tenemos un apoyo informal muy importante", destaca. "Esa sensación de que se abandona a los abuelos en las residencias y de que los ingresos hsopitalarios son mayores en verano porque la familiar quiere irse de vacaciones es un mito que hay que olvidar". El especialista asegura por experiencia que "sólo se lleva a las personas mayores a estos centros cuando ya no pueden ser atendidas en casa" y que las familias "siempre están pendientes de ellas".
La presentación del libro, en el que han participado más de una veintena de especialistas, coincidió con la aprobación del llamado testamento vital en Cataluña. El geriatra defendió la existencia de este documento que puede ayudar al médico a tomar decisiones respetuosas con la voluntad del paciente.
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