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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Unidad democrática

Si en la Nochebuena de 1999 el rey Juan Carlos apeló en su discurso a la lealtad como modo de resolver cualquier discrepancia política en el marco de la Constitución, este año ha hecho una llamada expresa a la unidad de las fuerzas democráticas en defensa del Estado de derecho frente a quienes siguen empeñados en destruirlo. Hace un año, por estas fechas, los violentos se aprestaban a retornar al asesinato y a la extorsión para intentar, una vez más, imponer su ideología a la sociedad al margen de los cauces constitucionales. Al cabo de un año, el rastro de dolor dejado tras de sí por los terroristas no puede ser más trágico: 23 nuevas víctimas de su vesania se han añadido en este periodo a las más de 800 contabilizadas a lo largo de su sangrienta historia. El Rey las ha recordado una vez más, reconociendo la deuda de gratitud que la sociedad tiene contraída con ellas.Acierta el Rey al referirse al terrorismo que pervive entre nosotros, sordo al incesante clamor social que lo rechaza y ciego ante la realidad de una España democratica, plural y libre, como "fenómeno inhumano, expresión del fanatismo más cruel y negación de los derechos humanos y de los valores de libertad y convivencia". Y acierta también al requerir como condición imprescindible para acabar con él "el compromiso y la unidad de todas las fuerzas democráticas".

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En contraste con esta realidad marginal pero de obvios efectos negativos sobre el normal funcionamiento de la vida política y social, el Rey ha resaltado la de una democracia que ha sabido encontrar las fórmulas de resolver muchos de los problemas históricos que han lastrado nuestra convivencia y que tiene por delante un futuro lleno de oportunidades. Quizá a las generaciones más jóvenes podrá parecerles algo triunfalista la reiteración sobre los logros de la democracia española, pero no ha habido en nuestro país un periodo tan largo de normalidad institucional y de convivencia social como el que ahora estamos viviendo. Es comprensible que Juan Carlos I, protagonista y testigo esencial de un periodo que ha coincidido con los 25 años de su reinado, valore esta conquista histórica de la sociedad española, que no es sino el resultado "de haber sido capaces de entender nuestra nación desde su pluralidad y a sus individuos como personas con derechos fundamentales que han de ser reconocidos y protegidos por las leyes", en palabras del propio don Juan Carlos.

El mayor acierto de las monarquías contemporáneas se mide por su capacidad para conectar con la vida cotidiana de los ciudadanos y con los valores de la Ilustración. Es lo que el Rey hizo en su discurso de Nochebuena; pero le faltó, para ser perfecta, incidir un poco más en la tragedia humana de la inmigración, otro de los grandes asuntos de nuestra época, sobre todo teniendo en cuenta que nuestro país fue emigrante hasta hace poco tiempo. Y es preciso recordarlo ahora que España aparece, afortunadamente para sus gentes, en el lado bueno del espejo.

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