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MUERTE DEL PRESIDENTE DE PORCELANOSA

Soriano visto por Soriano

Miquel Alberola

En 1931, cuando nació José Soriano, Vila-real se sustentaba sobre el monocultivo citrícola. Hoy, la industria cerámica ha invadido el paisaje y apenas queda suelo destinado a la agricultura. La chispa de esta revolución fue encendida por una helada en 1956, que anuló todas la posibilidades económicas del pueblo tan sólo una década después de que otra helada hubiese dejado los naranjales al borde del exterminio. "En aquella época no había seguros para las heladas, ni el pedrisco, ni nada, y la agricultura era un gran riesgo", relataba Soriano. "Entonces, algunos agricultores, y entre ellos mi padre, crearon una empresa de cerámica para compaginar la agricultura con la industria y que nos ayudara cuando hubiera problemas".Así nació la primera empresa de cerámica de Vila-real, que fue Azuvi, y de la que el padre de Soriano fue uno de los fundadores. "Mi padre", evocaba el presidente de Porcelanosa, "era una persona a la que le gustaba mucho que hubiese respeto en las empresas. Que hubiese amo, entendido como la persona que coordina el trabajo con respeto a las personas y con ilusión. Yo era un joven que iba a trabajar al campo, y como mi padre consideraba que la construcción de la empresa no estaba bien orientada, les dijo a los socios que dejaría a su peón para que pusiese orden, y que luego volvería al campo. Y entonces hice la función que se me pidió, de programar el trabajo de la construcción de la empresa, y luego volví al campo durante una temporada".

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Soriano trabajaba en el campo "en lo que hiciera falta, como un jornalero más". No había estudiado el bachiller porque, con la helada, la situación era muy difícil. "Mi padre decía a veces que la escuela no lo era todo en la vida, y que ser persona y ser coherente, trabajar y ser honrado era tan importante como eso", justificaba. Pero las cosas no rodaban muy bien en Azuvi, donde "parecía que se hubiese perdido un poco el sentido que había en el pueblo de compartir las cosas, de ser respetuosos, de que hubiese orden...", y los socios le pidieron a su padre que le dejara volver. "A mi padre le supo muy mal, porque creía que yo no debía de estar allí sino en otro sitio, pero que si era para bien de la empresa, pues aceptaría. Y volví", refería. Entonces Azuvi todavía utilizaba el método tradicional de producción, con el horno moruno y el esmaltado a mano. "Tenía muchas dificultades", se dolía, "y pensé que en el extranjero debían de producir de otra manera. Y un verano me fui a Francia, Alemania e Italia y vi que el nuestro era un proceso antiguo. Hablé con mi padre y sus socios y les dije que nuestra fábrica era antigua y no teníamos futuro". A pesar de su juventud, confiaron en su análisis y ése fue el principio de la transformación. Fue la primera fábrica de España que cambió del clásico horno moruno al automatismo y las prensas electrónicas, y "el ejemplo que después tomaron muchas fábricas para transformarse".

Como tenía "ideas muy inquietas", planteó que debían de montar una fábrica de pavimento, pero su propuesta provocó desavenencias entre los socios, que pensaban que era un riesgo innecesario para la empresa. "No quisieron, por lo que yo inicié otra fábrica que se llama Zirconio, que era de pavimento poroso", recordaba, "aunque no abandonamos la cosa agrícola. Con los hermanos Colonques, Héctor y Manolo, creamos una sociedad que era una especie de cooperativa para poder comercializar nuestras naranjas y hacer los cultivos a la vez". En aquel tiempo también se produjo la transformación agrícola de Vila-real. Dejó de hacerse casi todo a mano gracias a la tracción mecánica de los motocultores, de los que el pueblo fue pionero. Con otros socios, Soriano impulsó la fabricación de una máquina para cavar los huertos, la cavasola, que como su nombre indica apenas necesitaba de la ayuda del hombre. Pero pronto, en sus viajes a los Estados Unidos y a Israel, descubrió que se estaba imponiendo el sistema de riego por goteo, en el que se abonaba a través del agua y se utilizaban los herbicidas para no trabajar los campos. "Entonces vi que la cavasola ya no tenía futuro", confesaba, "y antes de que viniese la crisis disolvimos la sociedad, la transformamos y le vendimos a un señor de Barcelona la patente". Sin más dilación, Soriano aplicó los nuevos sistemas de riego y cultivo en una finca que fue "de las primeras de España" en experimentarlo y en comprobar que se reducían mucho los costes.

Por aquellos días le propusieron hacerse cargo de una empresa de cerámica de Guadalajara, que trabajaba con pasta blanca y estaba en situación muy difícil. "Con trato humano arreglamos la desmotivación que había en la empresa y la reflotamos enseguida", explicaba, "y aunque no me vinculé a ella, me quedé con la enseñanza de la pasta blanca, que era un producto distinto al que hacíamos en Vila-real y que podía funcionar muy bien para la exportación. La pasta blanca fue la base de Porcelanosa, empresa que fundó junto a los hermanos Colonques, Miralles, Benjamín Casañ y un ingeniero italiano.

Soriano reconocía "con absoluta modestia" que hoy "es una de las empresas más importantes del mundo". "Nos conocen en muchos sitios", aseguraba "y eso hace que exportemos cerca del 70% de nuestra producción. Es curioso que adonde más exportamos es a Italia, que es un país muy exigente y muy rico en cultura cerámica". Y fundamentaba el prestigio en "la calidad, el diseño y el servicio", a la vez que se mantenía una política empresarial de no subir el precio del producto. "Nosotros no reconvertimos, definía, "sino que mecanizamos y reducimos coste, de modo que absorbemos con la mecanización, producimos más y distribuimos mejor. La igualdad en la vida está en que el hombre gane más y el producto cueste igual. Y así hacemos poder adquisitivo para comprar más cosas".

Soriano radicaba la clave del éxito de Porcelanosa en que "la gente se sienta estimulada, ilusionada y promocionada". "La gente sabe que aquí es tan importante el que limpia como el que dirige, y eso hace que cada uno se crea un especialista en lo suyo y haga las cosas con cariño y profundidad. La automatización propicia que el hombre trabaje menos. Nosotros hemos logrado que el operario piense. La automatización permite que disponga de más tiempo para pensar. Es muy importante el humanismo. Nosotros pensamos que las personas no son máquinas, sino personas. Sabemos el nombre de la gente y le damos el trato que se merece, por eso hemos reducido el absentismo laboral a cero. Cuanta más responsabilidad tenemos, más humildes somos y más estamos para servir y no a que nos sirvan", confesaba.

El presidente de Porcelanosa mantenía que dentro de la empresa la moral era más importante que la ley. Para explicarlo, ponía un ejemplo que beneficiaba al trabajador "¿Cuál es el sueldo legal?", se preguntaba, para responder enseguida: "Pues el sueldo moral, con el que uno tenga suficiente para tener una vida ordenada y decente, y pueda satisfacer sus necesidades. Muchas veces, el sueldo que marca la ley no es el moral, y pagar conforme a ley no es moral". Soriano fundamentaba este sistema en la educación de su familia. "La herencia que yo recibí de mis padres es la formación, no el patrimonio. Me dieron una educación humilde, sencilla, pero siempre honesta y eficiente. Y ése es mi talante. Ser tolerante es muy importante, facilita el diálogo y el respeto", aseveraba. Estaba convencido de que una de las causas que ha facilitado la prosperidad de Vila-real tras estar asolada en la miseria es la ausencia de clases sociales. "En Vila-real la gente no se divide ni por posición social, política ni económica. Aquí los amigos de infancia continuamos siendo amigos, y el universitario sigue juntándose con el paleto. La convivencia hace que los pueblos progresen, y las clases los dividen. En Vila-real, como en Porcelanosa, vamos todos en un mismo barco", sentenciaba.

"Ni una peseta para ETA"

M. A., Apenas dos días después de realizar la entrevista, José Soriano pidió que no se publicara. El Ministerio del Interior le había comunicado que estaba en el punto de mira de ETA y le había recomendado pasar lo más desapercibido posible. La primera noticia del interés de ETA sobre su persona se la habían dado unos amigos empresarios vascos. Era un empresario apetecible y su relación personal con José María Aznar lo convertía en candidato perfecto para un secuestro o un atentado. Tres años después, a raíz de la tregua de ETA, hubo un intento de desbloquear la entrevista. Con bastante antelación, Soriano convocó una comida en el restaurante de su empresa para el 15 de diciembre de 1999, con tan mala fortuna que ETA rompió la tregua unos días antes. "Las cosas están muy mal de nuevo", confesó durante la comida. "La policía ya no me permite ni que aparque en el mismo sitio que los trabajadores. Siempre lo he hecho, porque si me retraso, los trabajadores dirán: el señor Soriano se ha dormido hoy. Me gusta que me cuenten si su mujer está bien, si su hijo ha aprobado... La policía me ha dicho que debo tener cuidado. Pero yo le tengo dicho a mi familia que si me secuestran que no den ni una peseta. No se puede dar dinero para hacer daño como hace ETA. El dinero sólo debe darse para cosas que beneficien a la gente", se sinceró.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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