Psicodélico y psicotrópico

Colores del desierto

Coincidiendo en el tiempo con la visita de estos revitalizadores de rock a nuestro país, la prestigiosa revista inglesa New Musical Express nombraba su segundo disco R como uno de los mejores del año, llevando por un año la contraria a las bandas del pop típicamente británico. Signo de que el cambio de siglo es favorable para esta manera de concebir el rock sin adornos, como pudieran ser un espectacular cantante o un virtuoso de la guitarra, que aprovechase cada espacio de silencio para abrumar con solos interminables. Rock en estado puro a la manera de los años setenta, que sí que está dando de sí esta década en cuanto a referencias musicales, con un baño metálico al estilo Detroit y muy pocas concesiones para los que esperan facilidades sonoras.Tras ser teloneados por Sugarless, una formación española que está labrándose todo un prestigio a base de directos consistentes y convincentes, los norteamericanos abrieron con una pieza de su primer disco, Avon, con la que ya determinaron la dirección a seguir. Sus descargas, llenas de machaconería psicodélica y psicotrópica, impactaron en una audiencia entregada que comenzó a botar a los acordes de Feel Good Hit of the Summer y Regular John.

Todo iba muy cuadradito y los gimmicks de teclado, de gran originalidad, dotaban a temas como Quick and to the Pointless o Monsters in the Parasol de una textura que mezcla los colores del desierto con la grisura plomiza de los tiempos que vive el rock, al que, a falta de creatividad, se mantiene vivo y respirando a base de revisiones.Tras Ode to clarissa e If only llegó uno de los momentos de la noche, con Leg of Lamb y los desvaríos sonoros de la traca final que condujo a grupo y audiencia a sacarle gran partido al ritual de repeticiones a gran volumen que es el stooner rock, etiqueta con que se conoce a este estilo. Cierto es que la música de Queens of the Stone Age se ha visto convenientemente refinada desde las primeras visitas del grupo a nuestro país. Sobre todo, la correspondiente a la presentación de su primer disco, daban del grupo una sensación más fiera y descontrolada. Más cercana al heavy metal tradicional que a productos con capacidad de calado en el público masivo. No deja de ser curioso que a punto de entrar en el siglo XXI el rock tenga que acudir a lecturas que tienen casi treinta años para seguir reinventándose a sí mismo. Tras la visión megalómana de los monstruos del género de los años noventa, la de esta banda norteamericana revela una mayor proximidad con el chico de la calle, tanto en sus aspectos más felices como depresivos. Es rock del tiempo presente.

Tras cerrar una hora y media de intensa actuación con unos de sus mayores éxitos, teniendo en cuenta el carácter hasta hora minoritario de la banda, You Can't Quit Me Baby, estas Reinas de la Edad de Piedra tuvieron que volver a salir para regalar casi veinte minutos de actuación a una enfebrecida parroquia, que parece haber encontrado en ellos una nueva tabla de salvación para la música de trazos más gruesos, condenada a un plano secundario en estos tiempos light.