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Tribuna:RAÍCES
Tribuna
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La claridad en poesía

Partiendo de la palabra denotativa, Antonio Machado elabora sus materiales cargándolos con nuevos contenidos. Cuáles puedan ser, intenta decírnoslo y señalar sus riesgos. En primer lugar, el sentimiento. Este simple enunciado nos lleva ya a otro problema: el de la identificación de expresión con poesía. Pero la expresión puede enunciarse de mil maneras, de tal modo nosotros seremos quienes demos esa carga afectiva que desvía el enunciado de su realización trivial. Recordemos a Unamuno: cuando puso prólogo a la Estética, de Croce, habló de los niños que, rodeando a un caballo, gritaban "¡caballo!, ¡caballo!" El ejemplo vale y no vale para lo que don Miguel pretendía: vale porque refleja con exactitud aquello que se quería explicar; era inútil porque en cualquier caso la palabra "caballo" no es necesariamente poesía.Los niños salmantinos que daban saltos gritando "¡caballo!" habían cargado a la palabra con unos contenidos que podían ir desde la fantasía (se desborda la imaginación infantil al encontrar un caballo en el ámbito urbano) hasta el gozo (necesidad de transmitir la alegría por no estar en la escuela). Es decir, la palabra en los chiquillos se había enriquecido con muchas cargas emotivas.

Cierto que "caballo" puede aparecer en un mundo connotativo: el interlocutor que insulta a su antagonista; el hombre en el campo que se cree acometido por un toro y que, al liberarse del susto, grita: "¡si es un caballo!"; el tratante que, orgulloso de su montura, dice: "para caballo, caballo, mi caballo", etcétera.

Machado incide en los caminos del formalismo poético: "No decimos gran cosa, ni decimos siquiera suficiente, cuando afirmamos que al poeta le basta con sentir honda y fuertemente, y con expresar claramente, el sentimiento".

La palabra y la lírica se realiza con palabras; es comunicación. Comunicación nuestra hacia los demás, comunicación para entender, a través de ella, la realidad que nos cerca. Un poeta, cuya poesía no se puede comunicar no será nunca un poeta popular; sin embargo, y no considerando otros valores, podría haber una poesía de gran consumo, pero que no esté dentro de los valores que consideramos poéticos (los pliegos de cordel, pongo por caso) y podrá haber un poeta con grandes valores líricos y, sin embargo, afecto también al consumo (un Bécquer). Ocurre entonces que una poesía -la de Bécquer- escrita con unos determinados fines (lirismo interior) ha sido degradada a los niveles de la cursilería de burguesitas o cupletistas.

Es un programa estético, que también tiene sus quiebras. Cuenta León Felipe cómo un día (Valencia, 1937) juntos iban a leer poemas al pueblo: don Antonio Machado apenas pudo encaramarse al tablado y fue izado por su compañero. Tuvieron que apresurar la lectura, porque el pueblo no les hacía caso. Poesía la de Machado clara como el agua, pero ¿entendida por todos en lo que tiene de claridad?

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