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Bush se reunirá con Clinton y Gore con un mensaje conciliador para los demócratas

Enric González

George W. Bush viajó anoche a Washington para iniciar de hecho su presidencia. Hoy se reunirá con los líderes parlamentarios de los dos partidos con el objetivo de "reconciliar", tras la crispación de los últimos años y de su agónica elección, y sondeará a posibles miembros de su Gobierno entre la oposición. "Denme la oportunidad de dialogar con todos", pidió Bush en el nombramiento de otros tres miembros de su equipo: Condoleezza Rice, directora del Consejo de Seguridad Nacional; Alberto Gonzales, asesor jurídico, y Karen Hugues, asesora de estrategia. El martes, Bush se encontrará con Bill Clinton y Al Gore.

Los tres nombramientos eran esperados y confirman la voluntad de Bush de integrar a las minorías en su Administración. Rice, que trabajó con el ex presidente George Bush como especialista en la URSS y ayer prometió una política exterior "de humildad y fuerza", es negra; Gonzales, ex secretario de Estado de Tejas durante el primer mandato del presidente electo como gobernador, es hispano. Karen Hugues ha sido portavoz de Bush durante seis años, y en la Casa Blanca se ocupará probablemente de las relaciones con los medios de comunicación. "Este viaje a Washington es un momento único en mi vida", dijo ayer Bush, que no pisa la capital desde el verano. La llegada a Washington constituye, en realidad, el arranque de la presidencia. Coincide con la votación, hoy, de los 538 electores estatales, que, salvo sorpresa monumental, le elegirán como presidente número 43 de Estados Unidos. Y marcará, además, el tono con que empezará su mandato. Una de sus principales promesas durante la campaña fue la de "cambiar los modos políticos" en Washington y acabar con la crispación de los últimos años.

Hoy, cuando se reúna con los líderes republicanos y demócratas de las dos Cámaras, deberá demostrar que puede cumplir sus compromisos. Su "presentación" ante la densa sociedad parlamentaria de la capital tendrá un aspecto formal, de simple toma de contacto. Pero dará la medida en que Bush, escudado en su vicepresidente, Dick Cheney, desde que el Tribunal Supremo le dio la victoria, es capaz de seducir a la oposición o, al menos, de dialogar abiertamente con ella sobre qué puntos de su programa (reducción de impuestos y reforma de la educación, sobre todo) pueden recibir la aprobación parlamentaria. La estancia en Washington ha de servir también para perfilar el Gobierno, del que por el momento sólo se conoce un miembro, el general Colin Powell, como secretario de Estado.

Bush aspira a captar demócratas para su Administración. El vicepresidente Cheney confirmó ayer el propósito de ceder alguna cartera a la oposición. Esta semana será crucial para sondear a los posibles candidatos, y la tarea no será fácil. John Breaux, senador por Louisiana, ya declinó una oferta, y no se ha olvidado que Ronald Reagan nombró a algunos demócratas e independientes para teñir su Administración de un supuesto bipartidismo que nunca existió. "Lo que hace falta son acuerdos políticos honestos; colocar a uno de los nuestros en el escaparate no basta", advirtió el líder parlamentario demócrata, Richard Gephardt.

La presentación en Washington comenzará, de forma muy simbólica, con una visita a Alan Greenspan, el respetado presidente de la Reserva Federal. Greenspan ya ocupaba el cargo durante la presidencia de George Bush y las relaciones entre ambos fueron tensas y directamente calamitosas al final. La familia Bush atribuyó a Greenspan la responsabilidad por la derrota del patriarca ante Bill Clinton, culpándole de subir los tipos de interés y de ensombrecer las perspectivas económicas. George W. Bush, que entonces formaba parte de la campaña de su padre, tuvo palabras muy duras hacia el responsable de la política monetaria. Ayer, el presidente dirigió grandes elogios a Greenspan, con quien quiere hablar de los crecientes problemas económicos.Bush desayunará el martes con Bill Clinton, con quien hablará principalmente de las cuestiones más urgentes en política exterior. El momento más intenso, a ojos del público estadounidense, llegará ese mismo día, cuando el presidente electo acuda a la residencia del vicepresidente saliente. George W. Bush y Al Gore se encontrarán por fin cara a cara tras su feroz combate electoral y jurídico, y en circunstancias muy especiales para ambos.

Mientras Bush trabaja en la formación de su primer Gobierno, Gore, que ayer descansaba a orillas del Caribe en las Islas Vírgenes, no tiene nada garantizado. Ni siquiera la influencia sobre su partido, que prefiere mantener a Bill Clinton como líder para las elecciones parlamentarias de 2002.

Por otra parte, el Gobierno de Irak respondió ayer con una actitud desafiante a las "amenazas" de Colin Powell, y afirmó que tiene sus efectivos militares preparados para hacer frente a cualquier ataque de EE UU y sus aliados. El designado secretario de Estado por declaró el viernes que su Gobierno trabajará con sus aliados para "reforzar el embargo impuesto a Irak" hace diez años.

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