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Tribuna:REDEFINIR CATALUÑA
Tribuna
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Y el cava se calentó... PILAR RAHOLA

¿Empezó todo esa noche de cava caliente y ánimos fríos que había comenzado con hambre de éxito y había muerto de sobredosis de derrota? Las crisis de identidad no acostumbran a darse en las resacas de victoria, sino que se conjugan con el verbo perder; son, de hecho, la conjugación del fiasco. Es presumible, por tanto, que esa mal llevada empanada mental que el mundo socialista ha tenido sobre "lo catalán", empezara ahí: cuando a Reventós se le calentó el cava de aquellas elecciones de 1980 que tenía ganadas y el PSC dejó de entender al país. La cosa tiene su explicación: eran los más guapos, habían dirigido la transición, tenían al grueso de los intelectuales de su parte, y pongamos que les tocaba, pero perdieron. Y empezaron a creer que quizá eran demasiado para este país extraño que se mostraba tan frívolo en amores, tan poco de fiar. Ganaba él, sin carisma aparente, sin intelectuales, derechoso, cristianísimo, antiguo. Por tanto, lo que fallaba no era Nicaragua street, era el cor mismo de Cataluña, una Cataluña de barretina i espardenya sin diseño ni modernidad, que había cedido el Gobierno de la Generalitat al político equivocado, del partido equivocado, con el discurso equivocado.Después pasaron tantas cosas, con esas euforias socialistas de mayoría absoluta y Felipazo en estado de gracia, que todo queda lejísimos, tanto que lo mío parece más la lata de un psicoanálisis colectivo que un análisis riguroso. Sin embargo, entre éxito y éxito en lo español, el socialismo moría de permanente derrota catalana y se refugiaba en el éxito parcial de sus resistencias municipales. Descubrieron el discurso de las ciudades, gran aportación de Maragall, y malvivieron con una Generalitat recuperada, unas competencias más o menos conseguidas y un lento proceso de normalización autonómica. No podemos saber cómo habría sido el discurso socialista si ellos hubieran sido los artífices de la historia, pero podemos asegurar que habría sido distinto. ¿Un socialismo de cariz nacionalista? Si Fraga, con el Gobierno gallego en la mano, se nos ha hecho medio autonomista, vayan ustedes a saber... En todo caso parece verosímil pensar en un socialismo reivindicativo, quizá hasta enfrentado a Madrid en su negociación competencial, necesariamente cómplice. Pero fue Pujol quien llegó al trono catalán, lo llenó de competencias, lo negoció y, con sus más y sus menos, fue dándole sentido. De sobras hemos hablado, aquí mismo, de los abusos del pujolismo y de sus trampas, de manera que no hay sospecha de reflexión acrítica. Pero hechos estos deberes, habrá que hablar de los errores socialistas, de su contribución al confusionismo, de su propia confusión, de su responsabilidad en la consolidación del régimen. Hablemos.

Con Pujol llega la confusión. Pero es el socialismo catalán el que acepta ese juego de espejos deformantes y lo da por bueno. Le cede en exclusiva la defensa de las competencias, se otorga el antipático papel de defender el regateo de Madrid e incluso toma las riendas de decisiones claramente ofensivas. Loapas aparte, lo cierto es que la bacanal de poder español le dio al socialismo catalán mucha pastilla contra el mareo, y así tomó curvas que lo alejaban de su corresponsabilidad en la defensa de los intereses catalanes. Pujol fue avaro en compartir protagonismo, no jugó limpio, lo que ustedes quieran, pero se quedó solito con la marca Cataluña porque no encontró resistencia. Los años de vino y rosas de los Serra, Lluch y Borrell en los ministerios emborracharon tanto que consiguieron un eficaz efecto anestesia: ya no recordaban que perdían en Cataluña. Total, mandando en España, ¿qué importaba?Así que Pujol fue ocupando el espacio, un poco de esencias por aquí, otro poco de bandera por allá, un mucho de negociación en solitario, un todavía más de resistencia foránea y, ¡zas!, Cataluña dejó de ser un ente intangible para transmutarse en pura materia: se engendró en él, tomó su cuerpo, su verbo, su gestualidad. Cataluña fue Pujol. Y ellos no estaban...Mucho de lo que ha ocurrido después, desde la desafección de buena parte de la intelectualidad a "la causa" catalana hasta el dualismo maniqueo de nuestra sociedad, pasando por el vaivén de contradicciones en el discurso socialista, todo ello nace de esa raíz bipolar: Cataluña no nos quiere y España sí, ergo... Y fuimos andando entre autonomismos con agujeros negros, federalismos retóricos más noqueados que un boxeador y catalanismos anacionales, sinónimos de un único status: no tener ni puñetera idea de qué somos. Estos mismos días el PSC ha pasado de pedir gobiernos de concentración nacional en Euskadi a tragarse pactos de digestión imposible, y es que ni en el regate corto se aclaran...

Pujol puede hacer trampa, pero tiene un discurso coherente. Y respecto a lo catalán, más que un discurso, tiene una actitud. Pero durante estos 20 años hemos visto 10 o 12 modelos socialistas de discurso y una multiplicación de actitudes de dimensión bíblica. Tanto que, hoy por hoy, han conseguido que no sepamos casi nada del pensamiento socialista sobre Cataluña. Retóricas aparte, claro. No es sólo que el socialismo español no visualice un único proyecto de España, es que el catalán no visualiza nada parecido a un proyecto para Cataluña. Quizá por eso se mueve en la estética de las palabras y espera ganar más por cansancio del contrario que por propios méritos.

¿Habrá que ganar para recuperar los orígenes? Bien..., pero ¡qué mal! Si en la oposición, único estadio transparente del alma, uno no tiene idea de lo que es, ¿cómo lo sabrá gobernando? Ya sé que el poder da alas, y en ese milagro creen los ateos, pero haría bien el socialismo en superar el síndrome del cava caliente, dejarse de toboganes ideológicos y superar el estadio infantil de la indefinición feliz. Ya no mandan en Madrid, pero pueden mandar en Cataluña: ¿es suficiente terapia para recuperar la identidad perdida? ¿O necesitan perderlo todo para atreverse a definir un proyecto?

Pilar Rahola es periodista y escritora. pilarrahola@hotmail.com

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