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La 'crisis del abeto' sacude el Vaticano

La izquierda italiana y la comunidad judía protestan por la visita de Haider al Papa para darle un árbol navideño

La tradición es reciente. Desde hace cinco o seis años, los países centroeuropeos compiten por el honor de enviar un árbol navideño al Papa. Suelen ser ejemplares espléndidos como el que fue instalado el martes en la plaza de San Pedro del Vaticano, un formidable abeto de 35 metros de altura que será decorado con miles de bombillas que iluminarán la Ciudad Eterna en los días finales del Año del Jubileo.Lo extraño de este árbol es que, al contrario que sus predecesores, dispone de una aparatosa escolta policial que le ha seguido durante todo el trayecto desde su Austria natal. Un tratamiento lógico para un árbol polémico a su pesar, cuyo único delito ha sido proceder de la región austriaca de Carinzia, de la que es gobernador Jörg Haider, líder del partido liberal-nacionalista austriaco, conocido por sus simpatías con el Tercer Reich.

Desde que el camión con el gigantesco abeto cruzó la frontera la semana pasada, la polémica ha aumentando de intensidad a medida que el convoy se acercaba a Roma y se aproximaba la fecha fatal de la entrega oficial del presente al Papa, el próximo 16 de diciembre. Será Haider en persona el que atraviese el patio de San Dámaso y se dirija a la biblioteca privada del Pontífice, en la que se celebrará la audiencia.

Los fotógrafos plasmarán al anciano Pontífice junto al fotogénico Haider, que lucirá su mejor sonrisa para la ocasión, presentándose ante el mundo de la mano de uno de los líderes más admirados del planeta. Y eso es precisamente lo que los judíos italianos reprochan a la Santa Sede, que acepte ser "instrumentalizada por Haider en su intento de obtener legitimación moral del Papa", se lamentaba ayer Leone Paserman, presidente de la Comunidad Judía de Roma, que volvió a reiterar la "amargura y la desilusión de los judíos romanos" por la decisión de mantener la audiencia.

La Santa Sede argumenta que la decisión de recibir al gobernador de Carinzia se remonta a 1997, cuando Jörg Haider no era todavía gobernador ni había alcanzado la notoriedad política y mediática que hoy tiene. "El Vaticano ha estado siempre abierto a todo el mundo", respondió hace unos días el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano, a quienes reclaman a la Santa Sede que se niegue a recibir al líder austriaco. Otros purpurados de la curia habrían deseado que la diplomacia vaticana se hubiera movido para encontrar una salida digna a la crisis del abeto: por ejemplo, una indisposición del Papa que hubiera obligado al propio Sodano a recibir a Haider. En Italia circulan rumores de que el nacionalista austriaco ha recibido alguna sutil presión para que anule su visita.

Pero Haider no está dispuesto a ceder. El martes hizo una visita relámpago a Jesolo, una localidad balnearia de la región del Véneto con la que quiere establecer contactos políticos para dar mayor peso a su idea de una Europa regional frente a la "Europa de MacDonald's", como ha calificado despectivamente a la línea política de la UE adoptada en la cumbre de Niza. "Iré a Roma. No veo por qué tendría que cambiar de planes", ha repetido Haider, recordando además que ya ha sido recibido por Juan Pablo II, aunque en audiencia privada.

En vísperas de la llegada del líder austriaco, los dos máximos responsables del Partido Comunista Italiano (que forma parte de la coalición de gobierno), el veterano Armando Cossutta y el ex ministro de Justicia Oliviero Dilibero, han anunciado que participarán en las marchas de protesta previstas para hoy en la ciudad.

Paolo Cento, un diputado de la Federación de Los Verdes que, en aras de la "corrección política" de que hace gala la izquierda local, ha colaborado en otras ocasiones en la organización de visitas de miembros de Herri Batasuna al Parlamento italiano, ha reclamado ahora que Haider sea declarado persona no grata basándose en sus palabras más que en sus hechos. Una petición que seguramente suscribiría la comunidad judía, dos de cuyas organizaciones de base han redactado un durísimo comunicado que finaliza con una pregunta dirigida al Vaticano: "¿Por qué se permite la legitimación de un hombre político que hace de la xenofobia y del racismo su razón de Estado?"

Por su parte, los de centro-derecha acaban de encontrar otro excelente caballo de batalla para atizar la polémica prenavideña: la propuesta del Ayuntamiento de Florencia de otorgar la ciudadanía de honor de la ciudad al líder del Partido Kurdo de los Trabajadores (PKK), Abdulá Oçalan, preso en Turquía y sobre el que pende una condena a muerte por terrorismo.

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