Ensaladera española

Nunca es tarde si la dicha es buena. Pero el triunfo español de ayer en la Copa Davis, tras aquella primera tentativa en 1965 y la también frustrada repetición de 1967, aún mejora el decir castizo. La espera ha hecho que sea hoy la victoria más aguardada, más deseada, más celebrada que en ningún tiempo anterior. La primera de una racha como se merece el tenis español.Y esa demora en reclamar la primera Davis para España -la décima nación que lo consigue- tiene un enorme sentido generacional, porque viene a subrayar cómo los descendientes de aquella espléndida promoción que literalmente inventó el tenis en nuestro país -la de Juan Gisbert, José Luis Arilla, Manolo Orantes; aquella excepcional raqueta que se hizo a sí misma, Manuel Santana, y también el gran Andrés Gimeno, que, en la época en que este deporte aún se dividía en aficionados y profesionales, no pudo participar por profesional en la disputa de la ensaladera- son los que ahora logran esta inestimable victoria para España. Hijos o nietos de aquella generación de los años sesenta, los actuales vencedores -Albert Costa, Joan Balcells, Àlex Corretja y Juan Carlos Ferrero- han crecido tenísticamente con el recuerdo votivo de esos primeros padres. Por eso, la victoria también a ellos pertenece.

Habría sido, quizá, de una especial justicia poética que España le hubiera devuelto a Australia el 4-1 que, por dos veces, los aussies le endosaron a aquellos pioneros; pero no pudo ser, porque se había acordado no jugar el quinto partido si el cuarto era decisivo, como ocurrió con el triunfo de Ferrero sobre Hewitt, que cerraba el 3-1. Es posible que los de los antípodas quisieran evitar ese último arabesco de la victoria.