El factor humano
Quienes tienen edad para ello nos han recordado con una embaucadora pasión lo que sucedió 35 y 33 años atrás. Ojalá la próxima vez no sea necesario que transcurra tanto tiempo para retrotraerse a una final. Pero, valga como hipótesis, ¿qué explicarán en el año 2033 los millones de chavales que este fin de semana hayan visto la final de la Copa Davis? Dispondrán, disponen ya, de un aluvión de datos más de los que tuvieron aquellos entrañables narradores de las peripecias de Santana, Arilla, Orantes, Gisbert y Couder en las antípodas. Ahora pueden saber la velocidad exacta y supersónica a la que despiden la pelota las estrellas de la raqueta de este final de siglo: se acerca ya a los 220 kilómetros por hora; peligrosamente, porque los estudios aseguran que 30 kilómetros más y será invisible para quien esté al resto. Saben cuántos golpes y cómo los propinan todos y cada uno de los jugadores del circuito. Si les apetece, y utilizando una serie de programas informáticos de fácil manejo, recrean un partido de manera virtual entre tenistas legendarios que jamás pudieron enfrentarse. Un Borg-Agassi: ningún problema; un Newcombe-Ferrero: al instante; un Laver-Sampras: ahí está.No hay secretos. O eso parece. Pero nada más lejos de la realidad. Porque no hay programa informático ni científico capaz de dar una respuesta sobre cómo afrontar un partido a toda presión; cómo no venirse abajo con más de 12.000 espectadores en tu contra y perdiendo de entrada por 5-0, como le pasó a Hewitt el primer día, o cómo soportar el tremendo peso que entraña concentrar la ilusión de todo un país sobre tus hombros y tener que remontarle un set a un jugador del nivel de Rafter, ese mismo viernes, para redondear ayer la faena ante el propio Hewitt, como hizo Ferrero. Dos hazañas de dos chavales de 19 y 20 años. Eso y otras muchas cosas que atañen a la mentalidad y la entereza para superar las más difíciles situaciones no tienen receta cibernética. Es el factor humano del tenis, el mejor legado de aquellas figuras. Que España llegue a este cambio de milenio con tantas figuras de primer nivel mundial en un deporte tan exigente y popular es un mérito de aquella pléyade de jugadores. Y lo es por partida doble. En su día, predicaron con el ejemplo; ahora lo hacen transmitiendo sus conocimientos y su amor al tenis a través de las escuelas y los clubes que han creado. Santana, Gimeno, Higuera, Lluís Bruguera, Emilio Sánchez... ¡Tantos! Han vivido del tenis, pero también para el tenis, un deporte que se ha convertido en una carrera universitaria más -cientos de adolescentes, casi niños, se dedican por entero a él-, en la que han salido varios alumnos aventajados. Gracias, maestros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.