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Un asesor de Shevardnadze dice que el secuestro de los españoles beneficia a Rusia

Bandidos chechenos

"Como en las novelas policiacas, hay que preguntarse a quién beneficia el crimen", asegura Kaha Minadze, secretario de prensa del presidente georgiano, Edvard Shevardnadze, en una larga conversación sobre el secuestro -el 30 de noviembre cerca de Tbilisi- de los empresarios españoles Francisco Rodríguez y José Antonio Tremiño. La respuesta le parece obvia: a Rusia. La pista (o más bien hipótesis) rusa se suma así a la económica (todavía la más sólida) en un enmarañado caso que coincide con la entrada en vigor de la exigencia de visado a los georgianos para viajar a Rusia y con la negativa de Shevardnadze a permitir que las tropas del gran vecino del Norte pasen a su territorio para, desde él, tomar a los chechenos entre dos fuegos.

El consejero presidencial ruso Serguéi Yastrzhembski no se recata en admitir que el problema de los visados podría arreglarse si Georgia acepta el uso conjunto de la fuerza para machacar a los "terroristas" chechenos que, supuestamente, tienen su guarida en el desfiladero de Pankisi, donde la mayoría de las versiones sitúan a los dos españoles. El régimen de Tbilisi se niega en redondo porque sostiene que eso podría provocar graves incidentes con la población local y, peor aún, metería de lleno al país en la guerra ruso-chechena.

En Pankisi, en las estribaciones de las montañas del Cáucaso, al otro lado de las cuales está Chechenia, hay unos 7.000 refugiados de la república independentista, además del doble de osetios, georgianos y, sobre todo, kistos: chechenos étnicos que viven en la zona desde hace más de 200 años.

Una reciente visita a la zona no permitió ver ni a un solo boievikí (bandido checheno), lo que no significa, ni mucho menos, que no los haya. Otra cosa es que sean tantos (2.000) como dice Yastrzhembski."No tachamos a Rusia de la lista de nuestros amigos", dice Shevardnadze. "No le damos la espalda, pero buscamos nuestro sitio en Europa". Lo cierto es, sin embargo, que los coqueteos de Georgia con la OTAN, el deseo evidente de hacer negocios con Occidente y las esperanzas depositadas en la construcción del oleoducto Bakú-Ceyhán, en competencia directa con la ruta rusa del crudo del Caspio, sientan como un tiro en Moscú.

El presidente georgiano, que fue ministro de Exteriores con Mijaíl Gorbachov, no descarta que el secuestro de los españoles, y otras recientes acciones contra extranjeros, tenga como objetivo provocar inestabilidad, desprestigiar al país y ahuyentar a los inversores.

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Eso supondría un grave riesgo para la propia independencia de Georgia, según Imnadze, que desconfía profundamente del empeño ruso en crear un servicio conjunto antiterrorista con diversos países (entre ellos Ucrania y los tres ex soviéticos del Cáucaso y Ucrania) controlado con mano de hierro desde Moscú. Y es que es justo ahí, en Moscú, donde ve el peligro.

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