Orden de captura contra un abogado que estafó nueve millones a una clienta
El titular del Juzgado de lo Penal número 5 de Madrid, Francisco Buenaventura Ferrer, ha decretado la búsqueda y captura del controvertido abogado madrileño Aldo Darío Herchhoren, de 60 años, que se halla en paradero desconocido, para que cumpla una condena de tres años de cárcel por haber estafado nueve millones de pesetas a una cliente extranjera a la que prometió que paralizaría su extradición sobornando a un funcionario. La condena está ratificada por la Audiencia de Madrid.
Falsa sentencia
El letrado, según la sentencia, prometió a Zulima Rodríguez, en septiembre de 1994, que paralizaría su extradición si le entregaba 10 millones de pesetas con los que sobornar "a un funcionario innominado del Ministerio de Asuntos Exteriores". Según le dijo, él se quedaría para sus gastos con uno de los 10 millones. La mujer le dio el dinero a través de un familiar, pero con el paso del tiempo vio cómo los trámites de su extradición seguían. Y nunca más supo de su abogado ni de los otros nueve millones, que se los quedó enteros. No es ésta la única sentencia condenatoria que pesa sobre Herchhoren, a quien el Colegio de Abogados de Madrid ha abierto varios expedientes y ha terminado expulsándole temporalmente de la abogacía.
Sobre este letrado pesa ya otra condena de un año de cárcel dictada por la Audiencia de Madrid. Su forma de actuar suele ser similar. Promete libertades mediante falsos sobornos y luego se queda el dinero.
Hace cuatro años, Herchhoren, con antecedentes penales por falsedad y estafa, visitó en la cárcel a su cliente, Fernando Madrigal (que había sido condenado a 11 años de cárcel por tráfico de drogas y otros delitos), y le dijo que, a cambio de dos millones de pesetas, apelaría al Supremo y conseguiría que le rebajasen a cuatro años los 11 que le había impuesto la Audiencia de Madrid por tráfico de drogas.
El abogado advirtió a Madrigal, según la sentencia, que uno de los dos millones era para "sus gastos", y el otro, para entregarlo a un "íntimo amigo" suyo que era magistrado del Tribunal Supremo. Como en el anterior caso, el preso le hizo llegar el dinero a través de un familiar. En septiembre de 1992, varios meses después de esa entrevista, Herchhoren visitó de nuevo a su cliente. Y le entregó una copia, falsa, con la supuesta sentencia del Supremo. El preso se puso eufórico al ver que, tal como le había garantizado su abogado, el Supremo había accedido a rebajarle la pena a cuatro años. Al mismo tiempo que le facilitaba la falsa sentencia, Herchhoren le dijo que su puesta en libertad era inminente, ya que había cumplido dos años de cárcel y, además, había reducido parte de la pena por sus trabajos y buena conducta.Madrigal, según la sentencia, "comunicó su euforia a sus amigos y a los funcionarios de la prisión". Sin embargo, los días pasaban y la orden de libertad prometida nunca llegó. "Su alegría fue menguando conforme pasaban los días sin quedar en libertad", afirma el tribunal. Semanas más tarde justificó la tardanza en la llegada de la orden de libertad en problemas burocráticos.
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