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50 palestinos heridos en el bombardeo israelí de cinco pueblos de Belén

Helicópteros, tanques y ametralladoras israelíes dispararon en la noche del domingo al lunes durante más de tres horas sobre cinco poblaciones palestinas de la provincia de Belén. El ataque, represalia por un intento de asalto a un santuario judío en el centro de la ciudad del Nacimiento, causó más de 50 heridos y dañó 30 casas. Mientras, en un gesto simbólico y a la vez preocupante, el presidente Yasir Arafat volvía a ceñir y empuñar su pistola en un incidente con colonos en Gaza. Era la primera vez que blandía su arma personal desde que la abandonó en 1993, cuando se inició el proceso de paz.

"Ha sido el peor bombardeo de nuestra vida", aseguraba ayer Jamel Kessa, de 33 años, comerciante de profesión, vecino del campo de refugiados de Aida, en Belén, mientras trataba de establecer el alcance de los daños que los disparos israelíes habían causado en su casa y en su tienda de comestibles. El fuego racheado ha dejado huellas en todas las paredes de su domicilio, incluidas las habitaciones donde dormían sus cinco hijos, y ha dañado la fachada de su comercio.El tiroteo sobre la zona provocó cortes en la electricidad y el teléfono, sumiendo a los 4.000 vecinos del campo de refugiados de Aida en el pánico durante más de tres horas. En ese tiempo "ni siquiera pudimos salir de nuestras casas ni pedir la ayuda de las ambulancias", dijo Jamel Kessa. Pero Aida no fue el único blanco de las iras del Ejército israelí: durante la noche se disparó sobre otros objetivos civiles en Beit Yala, Hussan, Jadera y Nahaleen, todos en la provincia de Belén.

Los servicios de vigilancia y control de la policía palestina, que el presidente Arafat había mandado desplegar días atrás en toda la región para impedir enfrentamientos con los israelíes, quedaron hechos añicos y superados por la cólera de numerosos vecinos que se lanzaron a la calle con sus armas y se sumaron a la ofensiva lanzada por un grupo de radicales, que intentaban desde hacia horas asaltar la tumba de Raquel, el santuario judío situado en medio de la ciudad de Belén, permanentemente custodiado por las tropas israelíes.

Gaza vivió asimismo ayer momentos de angustia, cuando un grupo de radicales judíos intentó atacar la comitiva del presidente palestino, Yasir Arafat, en el momento en que se dirigía del aeropuerto a su residencia. Arafat, en un momento de la agresión contra su coche, empuñó su arma personal, una pequeña pistola alemana con guarnición de nácar, que ha vuelto a colocar permanentemente en su cinto, siete años después de que, en un gesto voluntario, la abandonara al firmar los Acuerdos de Oslo con los israelíes, en Washington. A su llegada a Gaza, Arafat pasó revista a las tropas con un subfusil en la mano.

En medio de esta situación de tensión, Benjamín Netanyahu regresó ayer a Israel. El ex primer ministro, que llegó procedente de Estados Unidos, se negó a desvelar su futuro, aunque aseguró que en los próximos días anunciaría si regresa a la escena política y se presenta como candidato del partido derechista Likud a la jefatura de Gobierno en las próximas elecciones. Todo parece indicar que Netnayhu se ha vuelto muy cuidadosos en las formas y que antes de convertirse en el número uno de la lista conservadora quiere llegar a un acuerdo con Ariel Sharon, su único rival dentro del Likud, quien controla además el aparato del partido.

"Hay que restablecer la seguridad en Israel", se limitó a anunciar Netanyahu. A continuación, para no herir sensibilidades, no acudió al acto que sus seguidores celebraron ayer en su apoyo en un campo de fútbol de Jerusalén.

Por otra parte, el Parlamento israelí aprobó ayer en primera lectura un proyecto de ley por el que se impide a un primer ministro, sin mayoría en la Cámara, firmar acuerdos internacionales, lo que, de aprobarse, bloquearía un acuerdo de paz entre Ehud Barak y los palestinos antes de las elecciones.

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