_
_
_
_

Prisión por 5.200 pesetas

Un indigente ingresó en Picassent por robar hace un año comida en unos grandes almacenes

Se hace llamar Marcos. Rodolfo, su nombre de pila, no le gusta. Quienes le conocen dicen que tiene unos 40 años. Le definen como amable, servicial y aseado. No tiene casa. Desde hace cuatro años sus días transcurren entre los portales de la calle de Barò de Càrcer de Valencia, salvo el pasado viernes, cuando ingresó en la cárcel de Picassent por unas horas por robar comida.Los quicios más resguardados sirven para que extienda el saco en el que duerme. Pasa horas a las puertas de un supermercado. Mantiene la mano abierta en espera de que los clientes colaboren a su supervivencia. "Dije en alto el nombre de mi hijo y se giró él". Araceli V., vecina del barrio y empleada en una agencia aseguradora entró así en el mundo de silencio de Marcos. "No sé su historia, supongo que ha debido ser dura", dice Araceli.

Un día y otro día por los límite del barrio chino han hecho que Marcos cuente con el apoyo de algunos vecinos. Le dan ropa, le invitan a desayunar o a comer. De algunos, como es el caso de Araceli, lleva el número de teléfono por si tiene alguna emergencia. El pasado viernes vivió uno de esos momentos en los que tuvo que pedir ayuda. "Me llamaron del juzgado, me dijeron que le habían detenido y que le habían ingresado en la cárcel de Picassent porque hace un año robó comida por valor de 5.200 pesetas. Me personé allí, aboné la cantidad y enviaron un fax a la prisión para que le dejaran salir".

Araceli, después de eso, le ha visto una única vez. "Estaba muy preocupado. No es un delincuente. ¿Cómo pueden encarcelar, aunque sea por unas horas, a alguien que ha robado para comer mientras se indulta, por ejemplo, a un juez sobre el que pesa el mayor de los delitos que puede cometer un funcionario de la justicia?". En el juzgado, dice Araceli, le dijeron que la Policía había estado mucho tiempo tras él.

Y cuenta también que no era tan difícil encontrarle. "En los servicios sociales del barrio le conocen perfectamente. Además, la pasada Semana Santa, después de que un coche atropellara al perro que tenía, Marcos anduvo por las calles de Valencia buscando un veterinario que sacrificase al animal sin cobrarle. Un agente de la Policía Local le encontró deambulando y le acompañó. "No se escondió nunca. Si no se hubiera pagado, estaría entre rejas por querer sobrevivir", concluye Araceli.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_