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La fotografía , 'une folie' VICTORIA COMBALÍA

Victoria Combalia

¿Qué es lo que hace que la foto nos parezca tan moderna, tan apetecible? Parafraseando una cita famosa que dio paso al pop-art, lo mismo es aplicable a la fotografía como soporte y como producto de consumo estético. El abrumador éxito, de calidad y de ventas, de la reciente edición de Paris Photo así lo confirma. El mercado de la fotografía, en efecto, no ha hecho más que subir, y el fenómeno recuerda, se ha dicho, al del boom de los años ochenta. Las cifras hablan por sí solas: de 700 transacciones en las subastas en l99l se ha pasado a 4.700 en el año 2000. La fotografía atrae a un nuevo coleccionista: joven,no necesariamente millonario, apasionado.A diferencia de la pintura, en donde en las ferias uno ya no puede ver un monet o un van gogh, en Paris Photo podían verse aún ejemplos de los pioneros del siglo XIX (como Julia Margaret Cameron, en la galería Kraus, de Nueva York) y algunas fotografías históricamente emblemáticas: el famoso Minotaure (en Michael Senft), The shadows (19l9) o Sade (en la galería l900-2000), todas ellas de Man Ray; un maravilloso Pierre Molinier (también en l900-2000) y los fotógrafos del realismo francés (Doisneau, Willi Ronis...) en la galería Zabriskie, de Nueva York. Algunas obras de Dora Maar a precios exorbitantes (el Retrato de Nusch Eluard, ¡23.000.000 pesetas!) y curiosidades como las fotografías naturistas del genial Gerhard Riebicke, en la galería Bodo Niemann, que también mostraba obras de la cineasta Leni Riefensthal.François Paviot desvelaba obras inéditas de Wols, y Baudoin Lebon presentaba un chocante hermafrodita mutilado de cintura para arriba fotografiado por Nadar. La galería Kowassa de Barcelona ofrecía obras de Agustí Centelles sobre los anarquistas durante la guerra civil. Ninguna institución catalana o española compró las extraordinariamente sugerentes fotografías pos surrealistas que Clovis Prévost hizo de la Sagrada Familia en l964, que por cierto se vendían a un precio más que asequible. Tampoco creo que ningún español se interesara por unos deslumbrantes brassais: unas bailarinas flamencas en Sevilla que hubieran hecho las delicias de los espectadores españoles.

Lo mejor de esta edición era el haber mezclado fotógrafos puros con diversos artistas contemporáneos que utilizan el soporte fotográfico. Así que, fuera ortodoxias. A mi modo de ver, si pensamos en el éxito que tuvo la pintura al óleo por ser transportable y por su pequeño formato en la Holanda del siglo XVII, ahora la fotografía, bidimensional y por tanto fácil de colgar y de transportar, está satisfaciendo esta sed de imágenes de calidad que el nuevo siglo también pide (y aún pedirá, frente a la basura mediática reinante).

En el terreno de lo contemporáneo, cabe destacar la presencia de muchas artistas: Ana Laura Aláez (con su tradicional seducción femenina) y Carmela García (y sus ritos de seducción lesbiana), ambas en Juana de Aizpuru; Ornella Vorpsi, en Scallo (un juego de espejos en el que se enmarca su bello cuerpo desnudo), y Cornelie Tollens (una mujer que ahonda en los fantasmas sexuales tanto de hombres como de mujeres), en SerieuzeZaken, de Amsterdam. Sin olvidar a las catalanas Sònia Fort, en Kowassa, y Eulàlia Valldosera, en Palma XII. Nuestros mejores fotógrafos, como Chema Madoz y Alberto García Alix, estaban representados por la galería VU de Paris. No vi, en cambio, a coleccionistas españoles; tampoco vi a autoridades de nuestro mundo de la fotografía ni de la cultura. El otro día, en Barcelona, Miguel Ángel Cortés tuvo la amabilidad de explicarnos que ha descubierto que España es un país de grandes creadores que debería exportar y difundir. No tengo nada contra América Latina, donde él parecía colocar su punto de mira para difundir nuestro arte, pero de momento, sin ir más lejos, no costaba nada empezar por estar presente en los foros internacionales donde realmente se debate, se difunde, se compra y se vende. La cultura es un bien del espíritu, pero también es un producto con sus canales de distribución. Sencillamente, hay que estar conectado a ellos. Todo es empezar.

Victoria Combalía es crítica de arte.

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