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El Parlamento de Israel adelanta las elecciones ante la crisis de la Intifada

Ehud Barak y su Gobierno minoritario han caído. El Parlamento de Israel decidió ayer, por mayoría absoluta, disolver la Cámara y convocar elecciones anticipadas. Los diputados votaron de manera aplastante a favor de las cinco propuestas de ley presentadas por el principal partido de la oposición el derechista Likud. La fecha definitiva de las elecciones generales se consensuará entre todas las fuerzas, después de que se celebren dos nuevas votaciones rutinarias, pero todo indica que estos comicios tendrán lugar en abril o mayo.

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El acuerdo del Parlamento pone fin a la coalición que ha gobernado Israel durante 16 meses, pero que desde hace cinco se hallaba en minoría, sin posibilidades reales de sobrevivir. El primer ministro Barak no ha podido en ningún momento sacar adelante su programa de paz con los palestinos ni tampoco hacer frente al estallido de una segunda Intifada que, en dos meses, se ha cobrado más de 300 víctimas."Vosotros queréis elecciones; estoy preparado para las elecciones, para las elecciones generales", aseguró desde la tribuna del Parlamento minutos antes de las votaciones. Con estas manifestaciones, realizadas en tono desafiante y con una ligera sonrisa en los labios, Barak aceptó de antemano su derrota y la imposibilidad de continuar gobernando en esas condiciones. Conocedor, sin duda de la magnitud de la derrota que se le venía encima, el primer ministro ha tratado de desactivar sus efectos.

Con este adelanto de las elecciones generales (pendiente aún de dos votaciones protocolarias), Barak da por zanjadas todas las maniobras políticas destinadas a lograr un Gobierno de unidad nacional con el Likud, que le permitiera finalizar su mandato sin sobresaltos.

Ehud Barak, 58 años, ganador de las elecciones en julio de 1999 se encontraba desde el verano en una precaria minoría parlamentaria; sólo contaba con el apoyo de 40 de los 120 diputados que componen la Knesset. El Gobierno laborista fue perdiendo fuelle según avanzaba la legislatura. En pocos meses se quedó sin 35 diputados y tuvo que sufrir la dimisión de la mitad de sus ministros, en protesta por las negociaciones con los palestinos en Camp David, donde se había pactado el principio de un acuerdo final, aunque quedaban pendientes puntos críticos como el futuro de Jerusalén o los refugiados.

Esta situación, unida al levantamiento palestino en las calles, ha logrado erosionar la figura del primer ministro. Muchos de los que fueron sus apoyos tras las elecciones hace un año y medio votaron ayer en su contra.

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"La nación necesita y quiere un Gobierno de unidad nacional; nosotros estamos preparados para cualquier pacto, pero no al abandono del proceso de paz", recalcó Barak ante los diputados. De este modo, el primer ministro descartaba las duras exigencias del líder Likud, Ariel Sharon, quien había puesto como condición para participar en una hipotética coalición, el disponer del derecho de veto sobre ciertas cuestiones relativas al proceso de paz con los palestinos.

Aunque las elecciones anticipadas representan un riesgo político, Barak se mostró valiente ante la Cámara. "No tengo miedo a las elecciones" ya que "he ganado todas las elecciones a las que me he presentado". Esta vez, las encuestas pronostican su derrota frente al Likud. No obstante, al aceptar la convocatoria de unas elecciones anticipadas, dentro de cinco o seis meses, Barak dispone de un tiempo precioso para intentar un acuerdo con los palestinos y convertir, así, las elecciones en un plebiscito sobre el proceso de paz, según se aseguraba ayer en medios políticos israelíes.

Esta es tal vez la última ocasión que tiene este ambicioso discípulo del asesinado Isac Rabin para demostrar que es capaz de lograr la paz con los palestinos.

Pocas horas antes de que Barak fuese derrotado y anunciara su decisión de ir las urnas, el primer ministro intentó un último milagro: renovó la oferta de Gobierno de unidad nacional al líder del Likud, presentándole una propuesta de pacto bastante próxima a las condiciones de Sharon. A pesar de esto, el jefe del partido conservador la rechazó.

Los analistas estiman que, en función del curso de la Intifada, ambos partidos, el Laborista y el Likud, están condenados a formar una gran coalición nacional, pero serán las urnas las que decidan quién gobernará y quién impondrá el programa.

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