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Tribuna:Circuito científico
Tribuna
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Ciencia fungible frente a ciencia inventariable Santiago Castroviejo y Antonio García Valdecasas

Las autoridades de política científica necesitan distinguir entre la ciencia que debe ser financiada y la que no alcanza la calidad suficiente como para merecer respaldo económico, pues la capacidad científica de un país depende no sólo de los fondos que se invierten en ella, sino también, y en gran medida, de la gestión de los mismos. Se han buscado con insistencia baremos universales para medir esta calidad y el que ha tenido una aceptación más general ha sido el utilizado por el Institute for Scientific Information de Filadelfia (EE UU).El método se basa en que cuanto más importante es un artículo, mayor impacto provocará y, como consecuencia, más veces será citado por otros investigadores (Citation Index). De igual manera se mide la calidad de una revista científica, ya que el número de veces que una revista aparece mencionada (Journal Impact Factor) depende de la calidad de los artículos que acoge. Mediante el análisis bibliométrico -realizado con la base de datos del mencionado instituto norteamericano-, ambos índices adquieren un valor numérico conocido en el mundo científico.

Este modo de medir es muy útil para los políticos y evaluadores de la ciencia. Se ahorran todo análisis ulterior, les basta consultar el índice de la revista en cuestión para pontificar con tranquilidad de conciencia sobre la calidad de lo ajeno (artículos, currículos, etcétera.) De igual manera, este baremo es aplicado, más o menos fielmente, en los comités que seleccionan los proyectos que deben ser financiados y los tribunales que seleccionan los candidatos a becario, profesor, investigador, etcétera.

La aceptación generalizada de esta forma de evaluar ha hecho que los investigadores tiendan a publicar sus resultados en las revistas de más elevado índice, lo que a su vez provoca cambios muy importantes en la orientación de la investigación en muchas disciplinas. En el caso de las ciencias naturales -biodiversidad o recursos naturales- se puede observar cómo, poco a poco, van desapareciendo los trabajos dedicados al estudio taxonómico de los grupos biológicos, las imprescindibles monografías taxonómicas y los tratados florísticos o faunísticos, porque los investigadores buscan aportaciones más breves en campos con mayor rentabilidad curricular.

¿Por qué los zoólogos y botánicos salen mal evaluados? ¿No será, como dicen algunos, que hacen una investigación de poca calidad? Sin excluir que, como en cualquier otra disciplina, en ésta haya también investigadores de poco nivel, la explicación que nos parece más real apunta al corazón mismo del baremo. Aceptamos que se mida la importancia de una contribución por el número de citas que recibe, pero ¿durante cuánto tiempo debe analizarse el impacto de un trabajo concreto?, pues la vigencia de una contribución varía en las distintas disciplinas. Por ejemplo, una hipótesis sobre la ecología de un grupo provocará un aluvión de trabajos tratando de confirmar o sobrepasar el alcance de sus predicciones, lo que asegurará al autor un buen número de citas y, por ende, una buena evaluación, independientemente del devenir ulterior de su hipótesis. Poco después, la tal hipótesis formará parte de la historia de la disciplina y su autor no volverá a ser citado por ella.

Por el contrario, un especialista en un grupo, pongamos por caso, de escarabajos que trabaja concienzudamente durante años para conocer los animales de una región y publica una rigurosa obra sobre ellos, no despertará interés más que en el reducido grupo de entomólogos que estudien esos mismos animales o esa misma región -siempre muy pocos en un momento dado-. Sin embargo, después de 50 o incluso 100 años, su contribución seguirá teniendo la misma vigencia y habrá sido utilizada y citada posiblemente por muchos más colegas que aquel del caso precedente. A pesar de ello, el famoso SCI le otorga valor cero al entomólogo y un elevado índice al ecólogo, porque parte de la base de que la vida de un artículo, salvo en casos excepcionales, no supera los 10 años.

La consecuencia es que, mientras que el entomólogo se queda sin dinero para sus proyectos, sin plazas para su equipo y sin posibilidades de futuro, otras disciplinas crecen sin mayores problemas que los presupuestarios. Es decir, el sistema está primando un tipo de actividad científica que produce muchas y muy efímeras aportaciones ("fungibles" llamaríamos), en detrimento de aquellas otras de más larga duración ("inventariables").

Todo ello, paradójicamente, en un momento en el que todas las cabezas rectoras de la sociedad, sin excepción, se declaran sinceras defensoras del estudio y defensa de la diversidad biológica.

Santiago Castroviejo y Antonio García Valdecasas son investigadores del CSIC.

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