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Tribuna
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Epidemia

Hay que tener mucho estómago o mucha cara dura para hacer lo que hicieron el viernes Eduardo Zaplana y Serafín Castellano, cuando presentaron a la prensa el plan de humanización de la sanidad pública y cantaron las excelencias de la política de salud de la Generalitat mientras tenían en su poder la confirmación de que la red de agua potable de una ciudad de cerca de 60.000 habitantes estaba infectada de legionella. Lo sabían al menos desde el martes, y disponían desde hacía bastante más tiempo de unos primeros análisis señalando dónde se agazapaba la bacteria causante de la epidemia que se ha cobrado dos vidas y ha hecho enfermar a 125 personas a lo largo de más de ¡catorce meses! Este periódico cosechó durante todo el día desmentidos y falsedades, hasta que la evidencia de la información se impuso. ¿Cuánto tiempo tenía la Administración intención de esconderlo? ¿Qué medidas podrían haberse adoptado y no se habían puesto en marcha todavía? Es triste reconocer que hoy los alcoyanos no sabrían nada del asunto, y a lo mejor mañana tampoco, ni pasado, ni al otro... La hipercloración del suministro de agua se puso en marcha el sábado, tras hacerse pública la noticia. No alarmar a la población y completar los análisis fueron las débiles excusas, llamémoslas técnicas, del alcalde de Alcoy, Miguel Peralta, y de Zaplana, mientras el aparato del PP comenzaba a airear supuestos trapos sucios de los socialistas. ¡Como si el asunto tuviera algo que ver con la batalla partidista! ¡Como si la salud de los ciudadanos fuese algo susceptible de abstracción en el juego sucio de la propaganda! Desde luego, el director general de Salud Pública, Francisco Bueno, no puede seguir en su puesto, pero el escándalo implica de lleno al consejero de Sanidad y al mismísimo presidente del Consell, metido hasta las cejas en un despropósito que revela la incompetencia y la irresponsabilidad camufladas tras la alienación publicística a que ha reducido Zaplana su política. ¿En manos de qué tipo de gente estamos los valencianos?

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