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Una condena para toda la vida

130 millones de mujeres han sufrido la extirpación parcial o total de sus órganos sexuales

"Sufren al ir al baño, cada mes durante las menstruaciones, en los partos, en las relaciones sexuales con sus parejas". La tercera persona que empleó ayer Anne Daher Aden, responsable de sanidad reproductiva del Ministerio de Sanidad de Yibuti, en el Foro Mundial de Mujeres que se celebra en Valencia, se refería a los 130 millones de mujeres que han padecido la extirpación parcial o total de sus órganos sexuales y a los dos millones que cada año se encuentran en riesgo de padecerla. Daher dedicó su intervención a denunciar que el dolor físico de las mujeres que han sufrido una mutilación genital completa no se limita al momento de la extirpación del clítoris, los genitales externos y la suturación del orificio vaginal. Éste es el punto de partida de una vida en la que tendrán que aprender a convivir con el dolor.La pasión y el detalle con los que ayer describió esta mujer el sufrimiento de las víctimas de esta costumbre que sufren abuelas, madres e hijas de gran parte del África central, el sur de la península Arábiga e Indonesia desde hace unos 3.000 años es proporcional a las dificultades con las que se encuentra el movimiento asociativo surgido en grupos de mujeres de los propios países para combatirlo. Una muestra es el difícil cometido de Daher. Lucha por acabar con la ablación en un país donde el 98% de las mujeres la sufren en su vertiente más mutiladora, la extirpación completa. En una situación similar -ya sea la extirpación sexual completa o sólo del clítoris- se encuentra Egipto, con el 97% de sus mujeres que han pasado por esta práctica; Somalia, donde afecta al 98% de su población femenina, o Malí, que alcanza el 94%.

Las especialistas que participaron ayer en Valencia en la sesión dedicada a mutilación genital femenina destacaron las dificultades que presenta luchar contra una práctica que identifica a la feminidad de las mujeres o a mitos como que el clítoris puede dañar al hombre durante el coito, o que puede matar al bebé si toca su cabeza durante el parto. A todo ello se añade la inconsistencia de las medidas legales puestas en marcha para frenar la ablación. En Yibuti, por ejemplo, una ley castiga con cinco años de cárcel la ablación genital femenina, pero su eficacia es nula. "Si se aplicara estaría en la cárcel el 99% del país", se lamentó la representante de este país.

A estos problemas se refirió la directora del departamento de la salud de la mujer de la Organización Mundial de la Salud, Efua Dorkenoo, para reclamar la ayuda de los países en los que no se practica la mutilación sexual en su erradicación. "La ablación es uno de los mayores atentados contra los derechos humanos", apuntaba esta mujer, galardonada con la Orden del Imperio Británico por su labor en la defensa de las mujeres, "pero con una agravante: es un atentado que se comete en las propias familias". La solución, para Dorkenoo, pasa por incluir la prohibición de esta práctica como una prioridad de Occidente en sus relaciones comerciales con los países donde se practica. "No hay otra forma de obligar a estos Gobiernos", apuntó Dorkenoo.

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