Un agente apreciado por los "choricillos" del barrio
"No parecía policía"
Francisco Javier Sanz Morales, el policía asesinado ayer por los GRAPO en Madrid, era especialmente apreciado en el barrio de Carabanchel, donde había llegado hace aproximadamente un año. "Lo querían hasta los choricillos del barrio, porque era una magnífica persona", aseguraba ayer Mari Carmen, la farmacéutica de la cercana calle del Tucán, quien se había acercado al lugar del crimen para depositar un ramo de flores. "El Javi era un policía cojonudo", confirmaba un grupo de jóvenes que fumaba porros y bebía cerveza en la plaza del barrio donde, según los vecinos, se reúnen grupos de chavales conflictivos."Esta mañana, a eso de las diez, había estado en mi farmacia con una receta para comprar un calmante porque le dolían las muelas", contaba la farmacéutica. "Desde que estaba Javier aquí, porque yo le llamaba Javier, el barrio estaba mucho más tranquilo", agregaba. "Fíjate que el pobre me había dicho que el sábado iba a venir a la farmacia con su mujer para que le vendiera una crema para la cara porque decía que ella es muy coqueta".
El agente, considerado por sus jefes como "una persona excepcional, por bueno y por buen trabajador", había acudido al colegio Luz Casanova para ofrecerse a ayudar. "Le dijo a la directora que quería presentarse y que le conocieran los alumnos, hablar con ellos", dijo Luis Centeno, abogado de la Fundación Educación Cristiana, titular del centro.
"Lo conocíamos todos, porque hablaba con todo el mundo y muchas veces lo vimos hablar con los chavales que crean problemas, que decían que era una persona muy enrollada", aseguraba Horia Abdelkader, vecina del barrio. Prácticamente todos los comerciantes recordaban a Sanz Merino como un chico alto, con entradas, "muy amable", que siempre "se estaba preocupando por todo el mundo y por todo lo que pasaba".
Los chavales que suelen reunirse en la plaza de la calle Tucán también lo recordaban. "No parecía ni policía de lo majo que era. A nosotros nos había dicho que no molestáramos a la gente, de buen rollo, y de vez en cuando nos preguntaba cómo nos iba", explicó uno de ellos.El asesinato conmocionó a todo el vecindario y especialmente a los padres de los alumnos del Luz Casanova. "Los niños no han visto nada porque incluso los hemos sacado por otra puerta", aseguraba Centeno. Pero Carlos, de 11 años, sí sintió algo: "Estábamos en clase de inglés y oímos el tiro, pero pensamos que era un petardo... Luego llegó la policía, las ambulancias...".
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