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Crítica:CRÍTICA - TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Teatro de género

En las grandes capitales escénicas abundan los espectáculos de seguro éxito comercial y más o menos correctamente realizados que demandan un público de media tarde más dispuesto a pasar una rato relajado que a discernir criterios de calidad. Es un teatro digno, que debe existir fuera de los circuitos de los teatros públicos, y que en Valencia estaría dejado de las manos de los espectadores de no ser por la ecléctica programación del Olympia.Esta obra, del dramaturgo Cooney y el guionista televisivo y cinematográfico Chapman, ha sido representada en todos los escenarios importantes del hemisferio occidental, incluso conoció una versión madrileña en los albores del destape democrático, con el éxito que cabe suponer a una comedia de enredo a la americana que ensalzaba mediante una trama llena de habilidad la propensión al adulterio, aunque su conocimiento por el gran público peninsular llegó de la mano de la fallida película de Fernando Trueba, que parecía imitar al Almodóvar de Mujeres al borde de un ataque de nervios. Claro que Trueba convirtió el libreto original en algo inequívocamente madrileño, algo así como los últimos coletazos de la movida que asoló la capital, mientras que Azpilicueta se conforma con seguir más de cerca el original, añadiendo algunos cambios que tienen que ver sobre todo con los avances de las tecnologías domésticas.

Sé infiel y no mires con quién

De Cooney y Champan, en versión de Jaime Azpilicueta. Intérpretes, Joaquín Kremel, Julia Torres, Raquel Moya, Flora M. Alvaro, Franky Huesca... Escenografía, Juan Campos. Dirección, Ramón Ballesteros. Teatro Olympia. Valencia.

Fuera de todo eso, todavía sorprende la precisión en el desarrollo de las tramas paralelas (algo que harían bien en aprender de una vez nuestros dramaturgos y más de un novelista farruco), y el mecanismo de un enredo que se va haciendo inevitable en sus consecuencias pese a su deliberada inverosimilitud. La puesta en escena no añade nada al texto, más bien no le permite volar como merece, Joaquín Kremel resulta eficaz y amanerado, y Julia Torres únicamente eficaz.

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