Maestros
La ácida y siempre exultante Maruja Torres elogiaba estos días la figura del maestro. Ella, que además de irónica es de naturaleza agradecida, hablaba de su infinita deuda con ese ser (el maestro) de quien venimos y hacia el que, de algún modo, acabamos regresando. Dicho esto, me he propuesto defender en esta columna la imagen del educador (llámese profesor o docente, interino o catedrático, agregado o PNN) como una de esas especies de la fauna social cuya capacidad de supervivencia y conservación no deja de asombrarme y que, por razones que aún no llego a entender, se resiste a las más elementales leyes de la extinción o el autoconfinamiento. Observen si no a esos profesores que imparten primaria o secundaria sorteando cada vez más obstáculos, por un inexplicable sentido de la vocación que les hace impermeables al terrible desengaño de cada día y a ese modo de impotencia que genera el desinterés o la voluntariosa ignorancia de un buen número de alumnos instalado en la apatía y el desdén. Mucho me temo que desde don Antonio Machado para acá, el perfil del maestro no ha evolucionado en lo esencial y sigue siendo un ser de reconocimiento limitado, de reducida capacidad de maniobra y de una responsabilidad social y cultural muy por encima del salario que recibe cada mes (trienios incluidos) sin otra perspectiva de ascenso o de mejora que el décimo de Navidad o algún crédito del ICE que embolsarse en los méritos. Pero siempre cabe recurrir al alivio de los buenos ejemplos y reconocer que entre tanta decepción hay alumnos que justifican el oficio y que, antes o después, lo engrandecen a uno recordándole lejanamente desde la gloria y el éxito. Mientras tanto, es bueno ampararse en la ironía y compartir experiencias tan sublimes como la de ese profesor del I.E.S. de Torrent que entre el revólver y e-mail optó por este último para sobrellevar el shock recibido al corregir el examen de un alumno de música. Recurrió al correo electrónico para difundir las respuestas de la prenda. Una buena terapia que consuela y contribuye a baremar la realidad. Una realidad donde, por si no lo sabían, Faya y el Carminha Furada comparten escenario con Siniestro Total y Allatola no me toques la pirola (con perdón).
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