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Bigas Luna regresa al Mediterráneo

Miquel Alberola

Las películas de Bigas Luna sólo se parecen a las películas de Bigas Luna. Sin embargo, entre los principales ingredientes que configuran su verbo cinematográfico abundan la sensualidad y el drama, que es el formato seco con el que se manifiesta el Mediterráneo. Y ahí es donde se produce la intersección entre el director de Jamón, jamón y la novela de Manuel Vicent, Son de mar, que estos días rueda en Dénia. La novela trata de la peripecia de un náufrago -Ulises (Jordi Mollà)- devuelto por el mar diez años después, que encuentra a su esposa -Martina (Leonor Watling)- casada con otro, aunque la verdadera historia radica en cómo vive la mujer este complejo proceso, que reúne las mejores obsesiones de Bigas: muerte, sexo y comida."Para mí, Son de mar supone volver al Mediterráneo que dejé en Huevos de oro", asegura. "Siempre digo que la mejor tierra de la Península es la que va del Delta del Ebro a Murcia, y es la que marca la naranja. Es la más sensual y lúdica, la que más me atrae, con una cocina muy mediterránea y cariñosa: el arrocito, el pan... y eso a mí me entusiasma", razona. A principios de los noventa Bigas eligió Benidorm para Huevos de oro porque estaba inmerso en una etapa en la que buscaba "iconos y símbolos de la Iberia contemporánea". Benidorm fascinó al realizador. "Rodé en un momento en que esta ciudad está vacía, y entonces se establece una complicidad maravillosa entre la gente que ha estado allí trabajando todo el año. Descubrí pequeños restaurantes, las verduras a la plancha, y toda la zona del interior con aquella cultura de los arroces", recuerda. Bigas encuentra una parte positiva al fenómeno de turismo y la especulación, y es que "mucha más gente disfruta de todo esto". "Son peajes de la masificación y, de alguna manera, de la democracia, porque es lo que quiere la gente", manifiesta.

Dénia, desde los tiempos de las producciones de Samuel Bronston, cuenta con una notable tradición de figurantes. "La gente se ha volcado en el rodaje. Lo que estamos haciendo aquí sería un fracaso en una ciudad grande, porque enseguida se cansan. Aquí, en cambio, tienen ilusión y ganas, aunque estemos rodando hasta las cinco de la mañana. Son una gente extraordinaria y muy sensual", define . A Bigas le interesa mucho la mezcla de la belleza del Montgó con el mar, a la vez que "el asesinato que ha padecido el Mediterráneo en Dénia, donde siempre hay una grúa por delante cuando quieres encuadrar algo". La obsesión por este punto de degradación estará presente en la película, en la que el director muestra siempre que puede una silla de plástico. "Es una realidad que no me gustaría malenseñar", desliza.

Dénia, lo mismo que Benidorm en Huevos de oro, no es sólo un escenario en el que transcurre el argumento de la película: es un personaje. "Dénia sale mucho, con todos sus símbolos, como el Montgó y el mar. Estoy rodando mucho mar. Es una película donde me gustaría que los ruidos del mar explicasen historias. Mares turbulentos, mares de pasión, mares de drama", explica.

Pero el "verdadero símbolo de esta película es la sierra de Segària". Bigas ha establecido "una relación personal muy mística" con esta sierra. "Es una montaña que me gusta mucho, porque forma una cara que se hace y se deshace según el punto en el que te encuentres. He hecho varios dibujos y la he grabado en mi cámara digital a distintas horas, con distintas luces", confiesa. El realizador la llama L'home gitat, porque ve en ella a "un hombre mediterráneo haciendo la siesta". Todos los días registra en su pequeña cámara Fuji algún trozo de película con comentarios suyos. Es un dietario digital, "una forma de sobrevivir". Sin embargo, esta sierra no aparece de momento en la película. El director la ha descubierto ya metido en el rodaje, y los únicos planos que tiene de fuera pertenecen a la llegada de Ulises a Dénia en autobús, para la que se han previsto otros exteriores. "Quizá no la pueda hacer salir en la película", suspira, mientras rueda en una mansión del Montgó los planos de la fiesta del promotor forrado.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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