Emigración
En las Jornadas por la Paz, el presidente de Europa 2000, después de distinguir entre xenofobia, racismo y limpieza étnica, afirmó que las tres han existido siempre porque el extranjero supone siempre un peligro para una sociedad bien estructurada, sea grande o pequeña, aunque añadió que el mundo de hoy es un lugar más pequeño por el desarrollo de las comunicaciones en un mercado global de sociedades multiétnicas, en donde los emigrantes se comunican con sus comunidades, pudiendo así permanecer aislados en las sociedades que los albergan.Al principio pensé que al hablar de peligro se refería al conflicto que puede surgir entre culturas y costumbres diferentes, pero después comprendí que, por lo menos en la actualidad, se trataba de problemas políticos y sociales y, como no, económicos, pues habló de los que pueden generar la emigración por aceptar sueldos más bajos o por competir en trabajos de mayor importancia.
Advirtió que para restringir la emigración, los países ricos deberían invertir en los países pobres; advertencia tan conocida como inútil porque nos entra por un oído y nos sale por otro. Y añadió que, para acabar con el racismo y la xenofobia deberíamos tener leyes y resoluciones ratificadas por los países europeos. Leyes como, por ejemplo, que a aquellos emigrantes cuyos países estuvieran en guerra se les diera asilo hasta que terminara la guerra, y a los demás se les concediera permiso de estancia durante un año con trabajo legal. Que mientras buscaran el trabajo tuvieran casa y lo suficiente para vivir, y al cabo del año, quienes no lo hubieran encontrado volvieran a su lugar de origen, y aquellos a quienes les fuera bien pudieran traer con ellos a su familia. Los que tuvieran la suerte de quedarse deberían estudiar y pasar un examen del idioma y la historia del país que les acoge y entonces recibirían derechos de ciudadano. Así, dijo, desaparecería el racismo y la xenofobia.
Es posible. Puede que sea un método eficaz para acabar con nuestros problemas, que, en el fondo y en la forma, son los únicos que nos importan. Aunque quizá tampoco, porque, pensando el País Vasco, si a quienes allí llegaran les hicieran pasar por las ikastolas podrían acabar todos en la ETA.
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