Los subsaharianos crean su propia red de tráfico de personas para cruzar el Estrecho desde Tánger
La impermeabilización de la frontera española en Ceuta y Melilla está desviando la ruta de los inmigrantes de los países subsaharianos hacia las ciudades norteñas de Marruecos, desde donde parten las expediciones clandestinas hacia el litoral gaditano a través del estrecho de Gibraltar. Numerosas pensiones de Tánger están repletas de africanos que esperan el momento idóneo para embarcarse en una patera. En Tánger comienzan a surgir grupos de traficantes de hombres controlados por los subsaharianos, que se encargan de canalizar esta inmigración hacia España.
Cada vez es más frecuente que las propias mafias presten dinero a los inmigrantes (fuentes de Cáritas cifran en unos 3.000 los subsaharianos que aguardan en la medina de Tánger para cruzar el Estrecho) mientras éstos esperan a que haya un hueco en alguna de las expediciones clandestinas hacia la costa española. Por supuesto, las mafias exigen la devolución de estos préstamos y con enormes intereses una vez que logran llegar a Europa.Los nigerianos Solomon Amufu y Sunny Oghaly, de 35 y 28 años, respectivamente, constituyen casi una excepción. Llevan un año viviendo en una pensión de Tánger, a la espera de que el consulado español les conceda un visado para entrar en España legalmente. La mayoría de la treintena de subsaharianos con los que comparten alojamiento saldrán, sin embargo, de noche y clandestinamente. "La gente que se va en una zódiac no valora la vida, que para mí es lo más importante", aclara Amufu.
Ambos abandonaron su región -Delta- para huir de las feroces luchas que se han desatado por enfrentamientos religiosos. La violencia es tal que muchas familias se desintegran, como la del comerciante Amufu: "Cada uno se ha ido por su cuenta para pelear por su vida". Si han abandonado Nigeria para evitar la violencia, dice que sería un sinsentido jugarse la vida en mitad del Estrecho. Solomon, un católico muy creyente, confía en obtener la carta de refugiado político al llegar a España, su gran ilusión: "Viajar es parte de la educación".
Uno de los empleados de la pensión explica que los planteamientos de Amufu y Oghaly resultan inusuales entre los subsaharianos, que recelan tanto de los extraños que llegan a asegurar a quien les pregunte que no tienen intención alguna de emigrar a Europa. La mayoría llegan sin dinero y extenuados después de caminatas de varias jornadas hasta llegar a Tánger, donde contactan con compatriotas que han creado su propia red de tráfico de inmigrantes. La misma organización se encarga de financiar su estancia en la ciudad marroquí mientras no pueden embarcarlos en una zódiac -que ha sustituido a la patera como medio más utilizado- para conducirlos hasta alguna playa andaluza, a menudo en el litoral del Campo de Gibraltar (Cádiz). Una vez en España, el inmigrante tendrá que trabajar para devolver con toda celeridad el dinero, más los fuertes intereses que exigen los traficantes.
A pesar de los centenares de personas que han muerto en el Estrecho, los flujos migratorios no decrecen. La razón, para las organizaciones humanitarias marroquíes, es bien simple. "La gente no es tonta, no se mata por nada. Si se van de aquí y de otros países africanos es porque no tienen esperanza", señala El Khamlich Aboubakr, que coordina a numerosas asociaciones del norte de Marruecos.
La historia de Jesim Sharif, de 17 años, avala lo anterior. Hace un mes que llegó a Tánger desde Casablanca, su localidad natal, donde ha dejado ocho hermanos. Duerme junto a las antiguas vías férreas en la zona portuaria, esperando la oportunidad para introducirse en el minúsculo espacio que queda entre la carrocería y el motor de un camión. Pero no es un caso único: decenas de personas, la mayoría menores de edad, esperan su oportunidad para jugarse la vida junto a un enorme motor de camión.
Lo ha intentado seis veces, pero los agentes de la aduana lo han descubierto. Sharif no tiene un dirham, ni para pagar el viaje en patera ni las multas que podría haberle impuesto el tribunal por pretender emigrar clandestinamente. No tiene dirhams ni para comer, así que mendiga y sobrevive de la solidaridad de otros igual de desesperados que él. Sharif confía en lograr su objetivo -otros cuatro compañeros lo han hecho, dice- para buscar un trabajo en España. Cuando le preguntan si no tiene miedo de morir, mira sin pestañear y cabecea negativamente. Después rompe el silencio: "Quiero llegar a España de cualquier manera, sea vivo o muerto".
[Por otra parte, miembros de l centro de Salvamento Marítimo de Almería rescataron en la madrugada de ayer a 20 inmigrantes que se encontraban a la deriva en una embarcación neumática a 33 millas al sur de Cabo de Gata. Los inmigrantes fueron localizados por un buque mercante, con bandera de Chipre, que alertó a Salvamento Marítimo. Los 20 inmigrantes, todos ellos varones de entre 20 y 30 años, feron trasladados hasta el puerto de Almería. En Fuerteventura, 11 inmigrantes norteafricanos, cuatro de ellos menores, que viajaban en una patera, fueron interceptados por la Guardia Civil. Los detendos fueron al Puerto del Rosario].
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