La cultura del veto

La suma total de votos en el Consejo de Ministros es de 87. Todavía se toman muchas decisiones por unanimidad, pero la tendencia es convertir en norma el sistema de mayoría cualificada, que hoy es de 62 votos. En la hipótesis más extrema, un grupo de países que lograra sumar 26 votos y que sólo representara el 12,38% de la población actual de la UE dispondría de una minoría de bloqueo. De los 13 candidatos a la adhesión, sólo tres (Turquía, Polonia y Rumania) superan los 11 millones de habitantes, por lo que el actual desequilibrio favorable a los pequeños aún será mayor si el sistema no se modifica. Es, además, la oportunidad para compensar a los grandes por la pérdida de uno de los dos comisarios. España aspira a estar en el grupo de cabeza, salvo que Francia acepte que Alemania sea distinguida con más votos. Pero la cumbre de Niza será también la oportunidad para limitar al máximo la cultura del veto. Hoy, los temas de política exterior y seguridad, los de cooperación judicial y policial, la fiscalidad, la inmigración y asilo se acuerdan por unanimidad. En los próximos años será inviable una UE de 28 o 30 Estados en la que cada uno tenga derecho a veto en tantas áreas. Pero las posiciones de algunos son cerradas. París no admite mayoría cualificada para temas de propiedad intelectual por su política de defensa del francés. Londres lo rechaza para asuntos fiscales (como Luxemburgo), defensa, seguridad social o asilo. Madrid lo rehúye en la distribución de los fondos estructurales y de cohesión o en medio ambiente; España se opone a que los demás países puedan acordar su agenda de gastos o interferir en su política de equilibrio territorial. El derecho de veto sigue siendo vital en algunos pequeños, como Dinamarca, Suecia o Austria.
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