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"Empezó la humareda y no la tomamos en serio"

Un superviviente relata el pánico de los esquiadores al no poder abrir la puerta del vagón incendiado

El austriaco Gerhard Hanetseder, de 39 años, que logró escapar del infierno en el interior del túnel junto con su hija de 12 años, relató ayer que fue uno de los últimos en subir al funicular, por lo que se vio obligado a viajar en su parte trasera. En unas declaraciones radiofónicas, Hanetseder reveló que en la cabina inferior de mando del funicular, que se usa sólo para el descenso, comenzó a producirse una humareda poco después de abandonar la estación de partida de la localidad de Kaprun. "Está saliendo humo", comentó un pasajero, "pero no nos lo tomamos muy en serio y el convoy entró poco después en el túnel", señaló el superviviente, que dijo que trató de dar la alarma con su teléfono móvil, pero que éste perdió cobertura al entrar en la montaña.Añadió que cuando surgieron las llamas se intensificó la humareda, el funicular se quedó parado y se produjeron escenas de pánico, ya que los ocupantes del vagón trataban infructuosamente de abrir las puertas. El pánico se acrecentó cuando las llamas comenzaron a envolver todo el vagón, dijo el superviviente, quien relató: "Empecé a perder el ánimo porque no podíamos salir". Agregó que entonces otro pasajero, con la ayuda de una bota o un palo de esquiar, logró romper una de las ventanas laterales y saltó al exterior. Hanetseder dijo que en ese momento cogió a su hija de 12 años y la sacó por el orificio, para luego saltar él, aunque "no sé como lo conseguí ya que el agujero era muy pequeño".

Mientras el convoy ardía por los cuatro costados, varias de las personas que habían logrado salir corrieron a ciegas túnel abajo hacia la estación de partida hasta lograr ponerse a salvo. Un total de 12 personas pudieron salvar sus vidas al escapar en dirección al valle, mientras que aquellas que corrieron túnel arriba perecieron asfixiadas por los gases venenosos de la combustión, según indicaron los equipos de rescate que han hallado cadáveres a una distancia de hasta 60 metros del funicular.

El superviviente austriaco manifestó que en su carrera hacia abajo se cruzó con un policía y un miembro de protección civil, quienes desconocían el alcance del siniestro y pensaban que se había producido un cortocircuito que detuvo al convoy. Padre e hija fueron tratados poco después en un hospital de las heridas que se produjeron al saltar del vagón, aunque Hanetseder no solicitó ayuda psicológica ya que sólo quería regresar a casa cuanto antes. El superviviente dijo sentirse "como el espectador de una película". En cuanto a las posibles causas del incendio, Hanetseder dijo que no quería hacer conjeturas pero le dio la impresión de que se había habido un cortocircuito.

Sus declaraciones fueron un fuerte golpe que atizó la polémica en torno a las causas del siniestro. Aunque en voz muy baja, no se habla de otra cosa en Kaprun. La localidad, de 2.900 habitantes, se sumió en un silencio hermético. Las pistas de esquí del glaciar de Kitzsteinhorn se clausuraron, la mayor parte de los turistas se fueron y sólo rondan periodistas por la pintoresca aldea.

En una tienda de equipos de esquí, dos jóvenes colgaban un cartel con un lazo negro, en el que se leía: "Compartimos la tristeza de familiares y amigos". Al ver llegar a los periodistas, ambas se apresuran a responder sin siquiera haber sido interrogadas: "No sabemos nada de nada". La población está agobiada por la prensa, angustiada por la muerte de amigos y familiares y también por el futuro incierto de una comarca donde antaño los campesinos tenían que emigrar o luchar duramente por su existencia y ahora son ricos gracias a los innovadores transportes de alta montaña que les permiten acrecentar cada año el número de turistas.

El funicular, comenta Gottfried Nindl, dueño de la pensión Zur Mühle, era la mina de oro para los de Kaprun. "Pero ocurrió como con el Concorde: una causa pequena dio pie a una megacatástrofe." Otros comparan al Dragón del Glaciar con el Titanic, porque el más grave error fue creerle infalible. Así fue que en el funicular de Kitzsteinhorn se descuidaron ejercicios básicos como simulacros de incendio, jamás efectuados. "Siempre estuvimos muy orgullosos de este tren porque nos parecía un sistema seguro y podía viajar la gente que teme desplazarse por las alturas en teleféricos colgantes. Por cuestión de seguridad, se cierrran los teleféricos cada vez que hay viento föhn (secador), que hace balancear las góndolas de un lado a otro. Además, se prohíbe que circulen de noche".

Peter Johnson no es de los que tienen miedo a viajar en teleférico. El pasado sábado prefirió la góndola colgante al teleférico porque hacía muy buen tiempo y quería disfrutar del paisaje mientras ascendía al glaciar. El esquiador, procedente de EE UU, dice que escuchó una fuerte detonación en el momento del accidente, mientras él se encontraba en la góndola.

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