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Historia

Manuel Vicent

La Historia no existe: sólo es ideología. El pasado son huesos en las tumbas, archivos polvorientos, nombres de calles, estatuas en algunas plazoletas y ciertos desfiles de pollastres con polainas y medallas. Los hechos insignes que sucedieron hoy son polvo de la memoria colectiva como la arena del mar es el sedimento de infinitos moluscos muertos y aunque algunos mejillones un día también se creyeron héroes el mar ya no los recuerda. En cada época el poder político extrae del pasado, que no existe, las falsedades que más convienen a sus intereses y las reivindica, las lleva a la escuela, las impone a los ciudadanos hasta el extremo de que algunos descerebrados son capaces de morir y matar por ellas. En el catálogo de odios censados, el más visceral, después del teológico, es el que se da entre historiadores. Por un artículo de fe se han degollado muchos fieles al pie del altar, pero también por una fecha perdida en la oscuridad del Medioevo los eruditos han llegado a sacar la navaja en los paraninfos. Todas las batallas que se celebraron en tiempos remotos llevan implícitas una victoria y una derrota. Unos las ganaron, otros las perdieron. Depende de cuál sea la ideología del poder en cada plan de estudios una u otra bandera será desplegada ante unos chotos llenos de granos que ocupan las aulas. La Historia reciente suele ser demasiado venenosa. En muchos casos está vivo todavía ese asesino que ha sido elevado en un pedestal y son muchos los testigos que han presenciado ciertas matanzas que en los libros de texto los hijos estudian como hazañas. Para evitar ese pasado inmediato cuyas pasiones en carne viva dividen a la sociedad, los políticos van reculando por los siglos en busca de un héroe o de un acontecimiento glorioso que cohesione a un pueblo entero, pero nunca encuentran un rey que contente a todos si no es el mono clásico con un plátano en la mano como cetro y aún en este caso un conservador después se apuntará al Cromagnon y un progresista preferirá creer que su antepasado era Neardenthal. El estudio de la Historia nunca es inocente. Cada fiambre en su tumba tiene una ideología propia. Este hueso no es de los míos, exclaman los distintos partidos políticos llevando a la calle el odio enfrascado de los historiadores que se contagia con el polvo y la polilla de los archivos donde se conserva todo el enredo, la falsedad y la división acumulada de siglos.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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