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Un toque humanista

Después de la Segunda Guerra Mundial, la fotografía vivió en Europa una gran primavera de humanismo con raíces en los años treinta. La crisis había sido larga y dolorosa. Las clases más humildes, como siempre, fueron las más afectadas. Gran número de intelectuales y artistas apoyaron la defensa de una sociedad más justa. Y los fotógrafos se ocuparon de ofrecer testimonio de los más desprotegidos. Defienden y creen en la dignidad de la persona. Recuperan con ternura la estela más cotidiana que el genero humano va dejando tras él. Con ellos madura el "realismo poético". En esta lírica de compromiso solidario, la lista de autores es gloriosa y en las primeras filas está Willy Ronis (París, 1910). Sus fotografías Sur le fil du hasard (Al filo del azar) se ven estos días en la Sala Zapatería de Pamplona. Así, los animadores culturales del Ayuntamiento han querido unirse al homenaje de su noventa aniversario.Ronis aprende el oficio en el taller de fotografía propiedad de su padre. La influencia de su madre, profesora de piano, le inculcó el amor por la música. Así se puede explicar la armonía y delicados matices de sus tomas. Debuta en la revista Regards. Sus primeras fotos las hizo en París y los Alpes; algunas de ellas sirvieron como soporte publicitario en los ferrocarriles franceses. El inicio de la guerra le lleva a zona de la Francia liberada e interrumpe su actividad fotográfica hasta 1945. De vuelta a París se incorpora en el grupo de los XV, con Doisneau, Boubat, Izis, Sougez o Garban, para realzar la fotografía de su país concebida como arte, abierta a terrenos tan distintos como el reportaje, la publicidad, la industria, la moda o sencillamente la ilustración.

Con estas premisas y desde la agencia Rapho realiza diversos trabajos para las grandes revistas del momento. Es uno de los primeros fotógrafos franceses en trabajar para Life, con la que rompe su relación por diferencias ideológicas; no le dejaban titular ni poner pie a sus fotos. Con sus cámaras recorre Grecia además de Albania, Yugoslavia y otros países del bloque socialista.

Desdeña la idea de una fotografía especializada. Su actividad se extiende a todos los dominios. En el año 1968, se incorpora como docente en la Escuela de Bellas Artes de Avignon. Sus álbumes más preciados son Belleville-Menilmontant, realizado durante siete años en el distrito XX de la capital francesa, y la recopilación, con carácter de antología, Sur le fil du hasard, que mereció el premio Nadar en el año 1981. Los aplausos traen homenajes. Sigue haciendo fotografías que se exhiben en las salas más prestigiosas de Europa, Estados Unidos y Japón.

Ahora sus fotos han llegado a Pamplona; tienen como sujeto principal al hombre. Es el motivo de inspiración principal. En planos abiertos o cerrados, picados o contrapicados, presenta un mundo repleto de autenticidad. Son momentos de una naturalidad absoluta, extraídos de la rutina cotidiana, de los que nos hacemos cómplices sin darnos cuenta porque forman parte de nuestra vida. Así descubrimos la ternura y la pasión, la sonrisa y el enfado.

Se desvela, concisa, la dignidad humana con su imparable fecundidad. En definitiva, se exaltan los sentimientos humanos con la ayuda de unas luces capaces de realzar las situaciones más banales. El abrazo de la monja al soldado prisionero que vuelve a casa, la arenga de una mujer en la empresa Citroën llamando a la huelga, el contraluz de los muelles de Venecia o el desnudo provenzal donde una mujer se asea recortada por una intensa luz lateral que penetra por una ventana son ejemplos para palpitar el corazón. Muestra suficiente de alguien irrepetible en el arte de las luces y las sombras.

Willy Ronis es, sin duda alguna, uno de los valores más representativos de lo que se ha llamado la fotografía humanista. Ha prolongado su idea de la solidaridad hasta la fotografía. Con mensajes claros y concisos sigue siendo capaz de ilustrar un acontecimiento con una sola imagen y, además, aportar matices de su generoso mundo interior y de sus convicciones políticas.

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