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ELECCIONES 2000

Senadores y líderes demócratas piden a Gore que no lleve la batalla a los tribunales

Al Gore recibió ayer importantes llamamientos para que no judicialice las elecciones presidenciales y acepte el que proclamen las autoridades de Florida el día 17, una vez ultimado el escrutinio de los votos por correo. Esos llamamientos a que renuncie a trasladar la batalla a los tribunales procedieron no sólo del campo de George W. Bush y del conservador The Wall Street Journal, sino también de senadores demócratas, de The Washington Post y The New York Times. El diario neoyorquino afirmó que una nueva votación en Palm Beach sería "políticamente disparatada y legalmente cuestionable".

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"Los tribunales no pueden tener la última palabra en la legitimación de los resultados", aseguró en su editorial el diario de la capital estadounidense, que semanas atrás había pedido el voto para Gore. The Washington Post fue muy crítico con las "irresponsables" amenazas vertidas el día anterior por William Daley, jefe de la campaña de Gore. Daley afirmó que, aunque el segundo escrutinio confirme la victoria de Bush, Gore puede sumarse a las acciones judiciales para exigir una nueva votación en Palm Beach. El editorial añadió: Gore cometería "un gran error" si no se desmarca de esas amenazas.Lo mismo opinió en su editorial The New York Times, que declaró "preocupante que algunos asesores de Gore estén usando el lenguaje de la crisis constitucional".

Leon Panetta, quien fue jefe de gabinete de la Casa Blanca con Bill Clinton, fue crítico con ambos candidatos. "La primera prueba de la capacidad de liderazgo de esos dos hombres", declaró, "está dándose ahora, y ninguno lo está haciendo muy bien". "Hay que terminar el segundo recuento y aceptar su juicio por el bien del país".

En los sectores más moderados del Partido Demócrata había inquietud por lo que parecía una alianza entre Gore y la izquierda representada por el reverendo Jesse Jackson para rechazar los resultados oficiales de Florida y exigir nuevas votaciones en Palm Beach e investigaciones del Departamento de Justicia por presuntos obstáculos a votantes negros. La imagen de Jackson en Palm Beach evocando el espectro de la discriminación racial sintoniza con el populismo exhibido por Gore en la campaña, pero no con su trayectoria de estadista y líder del ala moderada del partido.

A los correligionarios centristas de Gore tampoco les hace ilusión que el nombre del futuro presidente termine en manos de los abogados y los jueces, algo que no tiene precedente alguno en la historia de Estados Unidos. "Ésta no es una decisión para los tipos de K Street", dijo el senador demócrata por Nebraska Bob Kerrey, en alusión a una calle de Washington repleta de bufetes. "Si conviertes a los abogados y a los asesores políticos en los líderes del partido, te equivocas".

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Yo perdí, usted ganó

Kerrey expresó la clave del dilema: "Uno de estos dos hombres", dijo, "va a tener que decir en un determinado momento: 'Yo perdí y usted ganó', aunque tenga grandes dudas; tendrá que decir: 'No puedo adoptar medidas extraordinarias para ganar estas elecciones, porque eso puede hacer daño al país'. Y habrá un montón de gente que se sienta traicionada".Instando también a una decisión valiente por razones patrióticas, el senador demócrata de Luisiana John Breaux afirmó: "Para la mayoría de los estadounidenses sería inaceptable que pasaran dos o tres semanas sin saber quién es elegido presidente". Y su colega demócrata de Illinois Paul Simon señaló: "Si la cosa se prolonga demasiado, se levantará un sentimiento popular de disgusto".

En sus páginas editoriales, tradicionalmente bastante conservadoras, The Wall Street Journal se preguntaba si Gore no puede estar bordeando el "golpe de Estado", al dar la impresión de que "nada lo detendrá hasta que consiga la victoria". "Su denuncia sobre irregularidades y confusión es un mero pretexto para encontrar un jurista amigo que altere la votación en una competición reñida y dramática", escribe el diario.

"Esto", sentenció, "es un camino destructivo para la República y la Constitución". Gore, de regreso a Washington, estimaba que aún no ha llegado el momento de tomar la dramática decisión de poner punto final a la batalla.

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