¡Viva Lope de Aguirre!
A ETA le va la carne de madrileño. No sólo asesinó a tres sino que no le importó que volara y ardiera cuanta persona pasaba por allá. Y no le importa porque cree estar atacando y destruyendo a lo más español de España. Al fin y al cabo su proyecto sólo consiste en eso, en muerte y limpieza étnica. Días atrás coincidieron -ya es casuali-dad- en una mesa redonda sobre la inmigración Otegi y Arzalluz. De éste ya se sabía que amaba a los negros que hablan euskera, ahora sabemos que no le gusta la tibieza del PSOE frente a la ley de extranjería y que comparte con Otegi, que se pegó el gran irrintzi al mestizaje, un gran amor por los emigrantes y la convicción de que hay nacionalismos no racistas.Otegi -pero igual no sólo Otegi- señaló que será vasco quien lo quiera aunque, faltaría más, se les garantizarán sus derechos a quienes se consideren españoles y franceses, nacionalidades que tendrían incluso derecho a elegir presidente pero... no de Euskalherria sino de Francia o España. Como se ve, el amor de Otegi por los emigrantes es tanto que está dispuesto a considerar como tales a quienes constituyen más de la mitad de la población, y tiene tanta conciencia de los derechos que deben poseer que les quita la posibilidad de participar en la vida política del mismo al negarles, por ejemplo, el voto para elegir lehendakari. Y esto sólo es el principio porque después vendrá el convertir la discriminación positiva del euskera en discriminación negativa y lo de promover todo cuanto pueda acentuar las diferencias entre una comunidad -la suya y verdadera- y la de segunda.
Pues bien, todo eso es lo que está detrás del famoso carnet vasco. Hay que ser muy ingenuo y muy cínico -ingenuo el que no quiere enterarse, y cínico quien sabiéndolo alega las razones que sabe que no son- para decir que el carnet vasco es un mero acto de desobediencia civil, porque, primero, si lo fuera y a fondo, pasaría por rechazar cualquier documento de identidad -incluso el vasco que, para más inri ni existe; luego no se desobedece sino que se obedece, y muy activamente-; segundo, porque no se trata de una iniciativa caída del cielo que habría iluminado a un puñado de desobedientes, sino que salió directamente de los despachos de ETA, cosa que a lo mejor no saben los más ingenuos pero sí quienes de ver-dad están en el ajo, ya que toda la estrategia aparece diseñada en el boletín etarra Zutabe nº 84; y tercero, porque se calla la letra pequeña.
Efectivamente, un DNI autóctono no debería representar mayor problema, como no lo representan las tarjetas de crédito, los carnets de donantes o el dinero de la señorita Pepis o del Palé. Ahora bien, quien adquiere el DNI vasco está firmando en la letra pequeña que desea que se le considere vasco y que, a tal efecto, le integren en un padrón que será quien decida el destino de Euskalherria, una decisión de la que serán excluidos quienes no figuren en él. Si esto no es el mayor acto de obediencia y el más injusto que se pueda realizar, que baje san Nación y lo vea. Dando vida al padrón, por encima de suscribir, como mínimo, el programa de EH-HB, se están sentando las bases de la limpieza étnica, porque sólo serán vascos los pertenecientes a una etnia vasca que consiste en lo que unos pocos han decidido que sea. De entrada, ahí están esos muchachos que de manera nada intimidatoria recorrerán el país casa por casa para poner al posible desobediente en la tesitura de o firmas o ya sabemos que eres español. Y huelga decir qué hacen con los españoles los chicos de las pistolas y los molotovizados.
Ahora bien, si los desobedientes quisieran hacer bien las cosas bastaría con que construyeran una mayoría que redujera a cero la que hay hoy. Nada más fácil, con bajarse al moro y ofrecer su carnet y su padrón a todo África, conseguirían una nación vasca más multirracial que la que nunca ha soñado Otegi en su celo inmigrante. Aunque deberían tener en cuenta que quienes saben de esto opinan que los más dóciles son los ecuatorianos, con lo que igual se tienen que ir a la selva amazónica como aquel lunático de Lope de Aguirre.
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