Ciudades y cines
Han anunciado su cierre varias salas de cine del centro de la ciudad y los alicantinos nos hemos puesto sentimentales ante la noticia. Durante los últimos días se ha producido una abundante literatura sobre este asunto. Hemos leído artículos deliciosos, gratamente evocadores, sobre el tiempo -¡ay, tan lejano!- de nuestra juventud y las películas que entonces admiramos. Hemos escuchado denuncias tremendas contra la especulación inmobiliaria. Hemos presenciado declaraciones muy sentidas, apasionadas, en defensa del centro de la ciudad. Incluso se han propuesto medidas extravagantes para impedir el cierre de estos cines. Y es que a todos nos duele que nuestra ciudad cambie, que se transforme en una ciudad distinta de aquella que vivimos.Estas muestras de sensibilidad de los alicantinos me han parecido admirables. Esta ciudad lleva tanto tiempo transformándose de manera tan trepidante, soportando tantos cataclismos, que uno pensaba que el corazón de sus habitantes ya estaría acomodado a estas contrariedades. Los desastres urbanísticos se han sucedido en Alicante con una frecuencia extraordinaria y cada uno de ellos ha supuesto la amputación de un trozo de nuestra memoria. Entre el Alicante que sobrevive en nuestro recuerdo de adolescentes y el actual, apenas encontraríamos media docena de lugares reconocibles. El resto es una ciudad que nos hemos tenido que inventar.
Me temo, sin embargo, que estos sentimientos que ahora afloran tan vivamente sirvan de muy poco para arreglar los problemas que arrastra el centro de Alicante. Cada vez que se produce uno de estos acontecimientos, surgen voces demandando que se haga algo para salvar el centro de Alicante. Pero estas cosas son más fáciles de decir que de llevar a la práctica. Cuando llega el momento de la acción, resulta que todo son inconvenientes, que la legislación no permite ciertos cambios, que los comerciantes se oponen a que se realicen... Los urbanistas han discutido ampliamente sobre los centros históricos. En una sola cosa parecen estar de acuerdo: para alcanzar alguna solución en este punto, hace falta voluntad política. Y yo no veo voluntad política en el Ayuntamiento de Alicante. He escuchado buenas palabras, sí. Pero una cosa es lo que nuestro Ayuntamiento dice y otra, muy distinta, lo que hace. Y en los últimos años, todo cuanto ha hecho nuestro Ayuntamiento es apoyar a las grandes superficies y a las nuevas zonas de ocio que alejan al alicantino del centro de la ciudad.
Semanas atrás, el Ayuntamiento presentó el plan Urban 2.000. Si la Comunidad Europea aprueba este plan, se invertirán 6.500 millones de pesetas en el centro de la ciudad. Pues bien, cuando se haga esta inversión el centro tendrá nuevas construcciones, mejorará su infraestructura, sus instalaciones serán magníficas, pero seguirá presentando los mismos o parecidos problemas que presenta hoy. Contra lo que se acostumbra a suponer, una ciudad no se arregla exclusivamente con dinero. Es indispensable saber qué ciudad se quiere, qué clase de ciudad se desea. Y yo no percibo que quienes nos gobiernan tengan clara la idea del Alicante que les gustaría. Mientras esto no se determine, me temo que el plan Urban sólo será una carísima promoción publicitaria que enterrará millones de pesetas y hará felices a los señores constructores.
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