Un testimonio de conducta
Estas últimas semanas ha aparecido en la prensa mi apoyo al precandidato a la secretaría general de la Federación Socialista Madrileña Jesús González Amuchástegui, y es cierto. Estas líneas van dirigidas a todos los ciudadanos de Madrid y especialmente a los miembros de las agrupaciones que deben elegir a los delegados al congreso regional de este mes de noviembre. Sólo quiero transmitirles las razones que me han impulsado a dar este paso, junto con otros muchos compañeros que tienen status diversos en nuestra Federación y que han pensado como yo que puede ser un buen candidato. Estar con Federico Carvajal, con Tomás de la Quadra Salcedo, con Enrique Moral, con Miguel Muñiz, con Mila Candela, con Joaquín Arango, con Manuel Abejón, con Elías Díaz, con Manuel Gala, con Enriqueta Chicano, con Virgilio Zapatero, con María Ángeles Amador, con Agapito Ramos, con Jaime Ledesma, con personas relevantes de UGT o con alcaldes de ciudades importantes, es una buena compañía para esos apoyos. Pretendo, en lo que puede ser creíble mi testimonio, y en lo que los compañeros puedan estimar el valor de mi opinión, dar razones para tener en cuenta a Jesús González Amuchástegui y a quienes comparten con el su ilusión y su programa, que es un programa positivo y que no va contra nadie y sí a favor de todos. Lo que no pretendo es participar directamente en actividades orgánicas, ni mi apoyo tiene tampoco una intención interesada. Desde 1986 en que volví a la Universidad he intentado defender y luchar por el socialismo con mis escritos, con mis conferencias y con la defensa de la enseñanza pública desde la Universidad Carlos III. En varias ocasiones, compañeros muy queridos han propuesto que volviese a la actividad, como candidato a alcalde o a presidente de la Comunidad o como miembro del Tribunal Constitucional, y siempre he rehusado, agradeciendo la atención, porque me parecía que ése no era ya mi papel. Hice gran actividad orgánica en la clandestinidad colaborando en la formación de federaciones del partido en Madrid, en Valladolid, en Salamanca, en Burgos, en Valencia o en La Rioja, ocupándome de la formación de militantes, o participando en la refundación de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza en UGT. Ya en la democracia fui diputado por Valladolid nueve años; miembro de la Ejecutiva Federal; presidente de la Comisión de Ética; y en el Parlamento ayudé a la formación del Grupo Parlamentario, como secretario general; fui ponente Constitucional, un honor y un halago de la fortuna; colaboré en todas las leyes orgánicas y especialmente en la del Defensor del Pueblo y en la del Tribunal Constitucional; y fui presidente del Congreso de 1982 a 1986. Creo que mi contribución a la organización y a las instituciones es suficiente como para poder emitir mi opinión, sabiendo además quienes la reciban que es una opinión desinteresada, de un socialista que carece de intereses concretos, y que no pretende desempeñar ningún papel propio en la Federación Socialista Madrileña. Sólo pretendo ayudar a salir de la crisis de nuestra querida organización y a que recuperemos el papel protagonista que nunca debimos perder. Probablemente, esta voz mía, que es sólo una voz racional, puede valer a mis compañeros para que construyan cada uno personalmente su propio criterio. Que coincida o no con el mío es secundario; lo importante es que sea de cada uno de ellos y que no escuchen a grupos o familias que pretenden decidir nuestro futuro en conversaciones y acuerdos de mesa camilla. Cada vez que oigo decir que una familia tiene el cuarenta de los votos o que otro llega al veinte por ciento siento temor de que las cosas no cambien, porque creo que no pueden impulsar ese cambio los mismos que han mantenido el poder en los últimos años. Creo que hay que cambiar, si queremos influir y que los ciudadanos de Madrid nos tengan en cuenta. Me parece que hay que lanzar un inequívoco mensaje de ideas desde el socialismo ético, enraizadas en la defensa de la dignidad humana, de esa idea de que todos somos fines y no medios para otros, y que el ser humano no tiene precio. Eso supone proclamar el valor eminente de los principios de libertad, de igualdad y de solidaridad, frente al pensamiento único, frente a la globalización y frente a un neoliberalismo incapaz de resolver los problemas de desigualdad y de pobreza y rendido ante los intereses de las grandes empresas. Tenemos que lanzar ideas fuertes de defensa de una sociedad laica que evite la vuelta a un neoconfesionalismo, defender la enseñanza pública, y luchar contra los monopolios y contra las falsificaciones del mercado.Sólo desde esas ideas impulsadas con firmeza, devolviendo al debate político el papel prioritario que debe tener, podremos ofrecer propuestas concretas, pormenorizadas, sensatas y posibles a los ciudadanos de Madrid. Todo eso pasa por una auténtica revolución en nuestro partido, la revolución de la esperanza, con la convicción de que el socialismo tiene mucho que decir para un compromiso justo en una sociedad bien ordenada. Tenemos que transmitir mensajes positivos y abandonar las pequeñas y mezquinas querellas domésticas sobre porcentajes e influencias de familias. Tenemos que acabar con las familias y renovar las corrientes -porque en nuestro partido caben ideas distintas, todas ellas en el marco del socialismo ético- y favorecer en nuestro interior debates de ideas y no luchas privadas por ocupar parcelas de poder. Sólo así, los ciudadanos podrán conocer todas las capacidades y virtualidades del socialismo, toda la riqueza y la inteligencia que tenemos para ofrecer soluciones a sus problemas. Sólo así, volverán a percibir que la inmensa mayoría de nosotros somos personas honradas, con vocación de servicio al bien común y al interés general. Sólo, por fin, así, podremos ofrecer ideas para nuestra convivencia, sobre el eminente valor de nuestra Constitución y sobre las propuestas de mejora y de adaptación que sean procedentes. ¿Somos conscientes de que en los últimos años en nuestra federación no ha surgido ninguna idea grande, que nos sitúe en el corazón de la historia, y que pueda ser discutida en los foros donde se decide el futuro de nuestra patria? Con eso hay que acabar, y con eso se puede acabar si salimos de la rutina que nos ha asfixiado en los últimos tiempos.
González Amuchástegui es un discípulo, que conozco desde hace veinte años, con una brillante carrera académica, que va a sacrificar, al menos temporalmente, por su generosa apuesta. Le conocí hace tres semanas, le previne de las consecuencias personales que tendría para él, y, aun así, ha persistido y se ha lanzado a esta aventura que los militantes, conocedores de nuestro partido, sabrán que es difícil y que se va a encontrar con obstáculos, y que va a afrontar trampas, acciones maliciosas y falacias de todo tipo. Sé que es honrado, que es inteligente, que tiene una gran preparación teórica y una gran experiencia práctica. Sé, también, que puede representar con dignidad a nuestro partido en Madrid, y que va a esforzarse en construir una comunidad ideológica, primero habitable, y luego viva, activa, tolerante y abierta a los debates de ideas, donde caben todos los socialistas, y abierto a los simpatizantes y a todos los ciudadanos de buena voluntad. Le he oído varias veces estos días decir que necesita apoyos, pero que no va a aceptar hipotecas. Yo le apoyo como testigo de conducta, que sabe de su intachable comportamiento y de su valor. Sólo pido a mis compañeros que le tengan en cuenta, que le conozcan y que reflexionen sobre estas líneas y sobre sus razones y sus propuestas. Naturalmente, si se presenta otro candidato mejor deberán apoyarle, pero sólo por su valor y por su capacidad para devolvernos el orgullo de ser socialistas y para que los madrileños nos tengan de nuevo en cuenta. Yo sé, con certeza, que Jesús González Amuchástegui tiene fuerza, como Sísifo, para levantar este peso.
Gregorio Peces-Barba Martínez es catedrático de Filosofía del Derecho y rector de la Universidad Carlos III.
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