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Tribuna:UN MUNDO FELIZ
Tribuna
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Gaudí 'superstar'

¿Buenas noticias de Barcelona, esa ciudad cercada por las obras, las pretensiones, el mal humor y la decadencia? Pues sí. Aunque las autoridades -todas- se empeñen en mirar indiscriminadamente a los ciudadanos como incorregibles cascarrabias que protestan por todo o como gamberros maleducados a los que hay que estar vigilando y castigando constantemente, hay barceloneses que, con su trabajo y sin hacer ruido, consiguen dar signos de que seguimos vivos. Es decir, que más allá de las burocracias, los oasis, las ofensivas neocentralistas y los 2004, hay vida. Y si hay vida hay esperanza de que aquí no todo ahora es decadencia, desconfianza o delirios de las relaciones públicas.Buena noticia es, por ejemplo, que un equipo de cinco barceloneses incitados por el físico Pep Sant, de 55 años, un inclasificable y genuino barcelonés, conocido por sus diseños de lámparas, de trenes o del pebetero olímpico, han sido pioneros en colocar una idea propia -la serie de dibujos animados Los Gaudins- en el cine norteamericano. Es decir: desde Barcelona se da la idea y el guión, se produce, se contrata a Phil Roman, oscarizado creador y productor de Los Simpson, Garfield y el primer Snoopy, que, entusiasmado, monta una empresa para desarrollar, con el también oscarizado guionista Mark Zaslove, la idea barcelonesa. Puesto en marcha el proyecto, ya se ha vendido a televisiones influyentes de todo el mundo, como la BBC. El control final de la serie está también en Barcelona en las manos de Abcn (A Barcelona), la empresa de comunicación y diseño, incluido el electrónico, que fundó Sant en 1997 junto a Toni Baqué. O sea, que los norteamericanos son socios que trabajan para nosotros y nos convertimos en exportadores de ideas. No está mal. ¿Acabarán los Gaudins con Mickey Mouse y compañía? No hay que descartar nada.

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La locura de los norteamericanos por la idea, cuyos valores son una revolución en el mundo del dibujo animado, tiene sus razones, pero las claves están en Barcelona. La historia, llena de humor y sintomática de la Barcelona de ahora mismo, se resume así: los Gaudins son unos personajes del país de Gaudinia que viven en La Pedrera ("The Empire State Building of Gaudinia", según la versión norteamericana) y se parecen mucho a sus chimeneas; son amables, bromistas y ecologistas, ven el lado positivo de la vida y odian la violencia. Frente a ellos, la Dama Gaudia, una bruja maquiavélica que habita unas montañas misteriosas muy parecidas a Montserrat, les juega toda clase de malas pasadas. A partir de aquí aparece un montón de personajes surrealistas que van desde elefantes que vuelan a paparazzi, a ladrones de Internet y a un sabio llamado Gaudí que hace lo que le da la gana y que por esto mismo es sabio.

"Gaudí no es un tópico, sino el espíritu de la locura de la serie que da prioridad a la intuición, la naturaleza, la creatividad, la cooperación y la libertad. Gaudí, un precursor, fue un ser original que plasmó sus fantasías en la piedra; la serie da un paso más y transforma la realidad gaudiniana en fantasía", dice Sant, quien añade que el valor de la serie, basada en los personajes de Cristina Moreno, es el "sincretismo cultural". Así, en el primer episodio, que podremos ver el día de Navidad en las cadenas autonómicas, que para la ocasión se han puesto de acuerdo para emitir a la misma hora por primera vez en la historia, Papá Noel y los Reyes Magos confraternizan, con los habitantes de Gaudinia. Mestizaje a tope: toda una propuesta de la mejor Barcelona de ahora mismo, la que trabaja ocultamente para que salgamos de la depresión.

Claro que a lo mejor tiene que venir la mercadotecnia norteamericana a transformar a Gaudí en superstar para que nos lo creamos. En la feria del libro de Francfort, uno de los grandes hits de la contratación ha sido una biografía de Gaudí escrita por un holandés que pasará por el gran experto gaudiniano mundial, cuando aquí tenemos a Josep Maria Carandell trabajando en la vida de Gaudí desde hace 15 años para que algún día también nosotros, y no sólo los japoneses, podamos entendernos a nosotros mismos más a través de la locura gaudiniana que de la ñoñería identitaria y el tópico de la Sagrada Familia.

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