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La campaña más feroz

Los candidatos deben soportar el imprescindible y ácido marcaje de los programas televisivos de humor

Uno de cada dos estadounidenses de entre 18 y 30 años se mantiene informado sobre la campaña electoral a través de los programas nocturnos de humor que emiten varias cadenas de televisión. El dato, que figura en un sondeo del respetado Pew Reasearch Center, no entra en un matiz: esos programas, lejos de ser informativos, distorsionan la realidad para convertirla en comedia. El hecho de que millones de espectadores -electores- puedan inclinar su voto en función del humor otorga a estos espacios un valor que los políticos nunca ignoran.Para un profesional de la comedia no hay mejor filón que un arquetipo asumido por la audiencia, de igual manera que en esta campaña electoral están repartidos los clichés: Al Gore es un "estirado" y George W. Bush es, simplemente, tonto. Jay Leno, presentador del histórico The Tonight Show en la NBC, asegura que los chistes que dispara cada noche "no cambian la intención de voto de nadie, sino que refuerzan aquello en lo que ya se está convencido". Posiblemente Leno es consciente de que infravalora enormemente el peso real del humor en esta carrera presidencial.

Gore, estirado como es, sale retratado como un tipo anodino, aburrido, exagerado y un poco cretino. Semejantes cualidades, por mucho que los cómicos las estiren al mayor de los absurdos, no son tan graves como para restar votos a su candidatura. Bush lo tiene más complicado porque los humoristas ya no le presentan sólo como un tonto, sino como un "tonto peligroso". Bush y su equipo aprietan los dientes con una sonrisa forzada cuando escuchan las bromas: se ven obligados a aceptarlas con humor -indispensable en la política norteamericana- e incluso a participar en ellas, pero son conscientes de su daño potencial.

Recientemente, el gobernador de Tejas se inventó una palabra más para añadir a lo que en medios políticos se conoce ya como el "Diccionario de Bushismos". Se le había preguntado a Bush si su equipo de campaña estaba empleando publicidad oculta en los anuncios de televisión contra Al Gore, y el candidato republicano respondió que él nunca usaría publicidad "subliminable". Y lo repitió otra vez: "subliminable". Es comprensible que el gazapo fuera aprovechado por quienes se dedican a sacar punta a la actualidad, pero en este caso se hizo con una variación. Jon Stewart, que presenta un informativo irrespetuoso llamado The Daily Show en la cadena Comedy Central, lo comentó de esta manera en televisión: "Es verdad, Bush se ha equivocado y ha dicho 'subliminable' en vez de subliminal, pero es que estaba distraído ejecutando criminables".

Stewart añade un elemento informativo a la broma, un componente marginal que hace mucho más daño que el mero tropezón lingüístico.

"Bush ha ejecutado en Tejas a un criminal con un cociente intelectual de sólo 63. Es increíble", decía Leno hace unos días, "Bush ya incluso ejecuta a uno de los suyos". También se recurre a menudo a la supuesta drogadicción de Bush en su juventud (nunca desmentida por él): "Según las encuestas, la gente piensa que Bush es más honrado que Gore", contaba Leno. "Es verdad: una vez dio la vuelta para dar dinero a un camello que le había cobrado de menos". Dicen los cómicos que todo está permitido en el terreno del sarcasmo salvo atacar a las esposas o los hijos de los políticos.

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El aspirante republicano sabe que nunca podrá borrarse la etiqueta de tonto como Clinton jamás podrá evitar que se le presente como una máquina sexual ("Cómo echo de menos a Clinton en los debates", decía Leno: "No sólo habría ganado a Bush, sino que luego se habría acostado con su mujer").

Sin embargo, Bush se equivocó aún más al intentar eliminar ese estigma con una aparición en el programa de David Letterman, el otro bastión cómico de la noche con su Late Show en la CBS. Letterman le preguntó cómo conseguía tener tan buen aspecto a pesar del trote que lleva en la campaña. Y Bush, tratando de ser gracioso, respondió: "Fingiendo". Letterman tardó medio segundo en añadir: "Más o menos lo mismo que hará si le elegimos presidente". Meses después, Bush regresó al programa de Letterman con algo más de fortuna en su intervención, aunque tuvo que someterse a la vejación de aceptar que, si es presidente, sólo quiere en la Casa Blanca libros con letras gordas y muchas fotos.

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