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Enigma casi resuelto

Isabel Ferrer

Gracias al próximo estreno de la película Enigma, dirigida por Michael Apted, dentro de muy poco todo el mundo conocerá la historia de la máquina alemana del mismo nombre gracias a la cual los aliados lograron descifrar los mensajes secretos nazis durante la II Guerra Mundial. Parecida a las de escribir de hace medio siglo, fue capturada por la Royal Navy en 1941 (alguna película de Hollywood atribuye esta hazaña a la Armada estadounidense, lo que motivó la consiguiente queja británica) y depositada en manos de un grupo de expertos en desentrañar los códigos utilizados por el alto mando germano.El aparato en cuestión podía admirarse en Bletchley Park, la residencia cercana a Londres ocupada por los excéntricos académicos que, según algunos historiadores, ganaron la guerra. El robo de la máquina, el pasado abril, llevaba de cabeza al inspector Simon Chesterman, que hasta había recibido una petición de rescate de siete millones de pesetas: una minucia, comparada con los 27 millones en que está valorada la reliquia.

En plenas negociaciones con el presunto ladrón, Jeremy Paxman, periodista de la BBC, recibió ayer la máquina por correo. Faltaban los tres rotores, las piezas que sirvieron para descifrar los mensajes y sin las que el misterio de su desaparición sigue en pie.

Pese a su valor simbólico, Enigma permanecía expuesta al público en una vitrina sin sellar. Bletchley Park es una mansión a 70 kilómetros de Londres y puede visitarse en sábados alternos sin billete alguno. La máquina ni siquiera estaba asegurada. Su robo, perpetrado a plena luz del día, pareció sacado de una de esas películas británicas que gustara de interpretar Alec Guinness. Mezclado entre el centenar de visitantes, el ladrón tuvo que levantar la vitrina y meter la máquina en un saco sin levantar sospechas. Un trabajo limpio hecho por alguien que debía ser, según piensa Chesterman, "de dentro".

¿Cómo si no podía haber remitido el ladrón una serie de notas pidiendo un rescate y llamando además "esa mujer", a Christine Large, directora de Bletchley Park?, se pregunta desde hace seis meses el inspector. Sólo alguien cercano a Large y conocedor de las tensiones internas desatadas por el nombramiento de Large hace dos años sabría herirla de ese modo. Licenciada en Derecho y miembro de la patronal británica, Large hizo tambalearse los cimientos de Bletchley Park con sus modos empresariales. No es de extrañar, ya que se trata de una institución llevada por voluntarios varones deseosos de preservar sus tesoros, en especial Collosus, el primer ordenador del mundo utilizado para quebrar los códigos ideados por el entorno del propio Hitler para comunicarse con sus mariscales. Entre los amantes británicos de preservar estas piezas y la tradición que arrastran, figura Tony Sale, antiguo miembro del MI5, los servicios secretos, que gusta de hacer las veces de guía del lugar.

En plena pugna por el poder, y después de que Large hubiera sido despedida -decisión luego revocada- por un grupo de patronos del centro azuzados por Sale, llegó el ladrón y se llevó la joya de la colección bajo el brazo. El rescate aún no ha sido pagado y Chesterman y su equipo estarían incluso dispuestos a negociar un arreglo que dejara satisfecho al causante del destrozo sin vulnerar las leyes. "A fin de cuentas, aquí no hay muertos. Se trata de una máquina histórica y esperamos que no vayan a dañarla", ha dicho el inspector, que cuenta con el apoyo moral de la directora.

Sólo moral, porque Christine Large ha recibido amenazas de muerte. Nadie sabe aún si éstas son producto de las rencillas internas o bien una treta del ladrón para obtener los siete millones de pesetas que exigió por última vez el 6 de octubre. De modo que si la policía pretende hacerle llegar dicha suma al ladrón no será con ayuda de la directora. "No pienso salir en plena noche con una bolsa llena de billetes", ha dicho, sabedora de los enemigos que ha hecho por llevar las riendas de una institución con amigos poco dados a las filigranas empresariales.

Un auténtico embrollo digno del mejor guión de los legendarios estudios cinematográficos Ealing, viejos conocidos del difunto Alec Guinness. Así las cosas, nadie se inmutó en la BBC cuando Jeremy Paxman, uno de sus presentadores más cáusticos y premiados, exclamó: "¿Qué demonios es esto?", al abrir el paquete que guardaba Enigma.

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