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El 'negro'

José Luis Ferris

"Admito que muchos de vosotros os preguntéis con qué me pago ciertos lujos que un sueldo escaso como corrector de estilo en una conocida editorial nunca me permitiría. Una buena observación. Pero cada cual se busca la vida donde puede y como puede. Consciente de mis límites, reconozco con dolor inconfesable que nunca alcanzaré esa gloria literaria que el mundo me ha negado. Mi talento creador es algo estrecho y envidio -nadie sabe hasta dónde- a esos prestidigitadores que hacen diabluras con las palabras, que embriagan al lector con la forma que le otorgan a una historia o que encantan y seducen tejiendo hábilmente esas frases donde se derraman las pasiones humanas, la dicha o el tormento, el delirio o la ternura. Lo mío es simplemente un ejercicio constante de la mediocridad. Domino la sintaxis, eso sí. Mi léxico se mueve en la abundancia. Conozco bien las reglas de la retórica. Soy leído y mi olfato distingue con soberana agudeza la verdad y la impostura, el ingenio o la vulgaridad en cualquier texto literario. Pero tanta sabiduría se vuelve contra mí cuando aspiro a trascender en mis propios escritos. Nunca seré un clásico. Ni siquiera un digno aspirante al reino de los elegidos. Por eso me conformo con resolver ciertos encargos que me proporcionan ingresos nada despreciables y un éxito tan mío como ajeno que disfruto a solas desde esta clandestinidad. Ellos tienen el perfil y la fama porque la vida les dotó de ese privilegio. Yo les presto una historia que pergeño en el plazo pactado ajustándome a sus reglas. Cuando escribo para ellos en la secreta morada de mi cuarto, algo ocurre en mí que restituye de algún modo el fracaso de no ser nunca nadie. Y luego, cuando todo termina, ellos ponen su nombre en las puertas de ese libro y sólo yo sabré que sus frases son las mías, que ese sueño que late bajo la firma de un extraño es un trozo de mí que nadie ha de saber. Pero mi poder es también infinito y algún día, cuando la rabia o la traición se cruce en mi camino, puedo minar mi historia de trampas tan letales como el plagio o la venganza. Saber que uno no existe es todo un privilegio; estar a salvo y gozar ante el ídolo caído es algo ya supremo".

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