Protesta de un millar de vecinos en Barcelona contra la reforma del Turó Park

Cerca de un millar de vecinos se manifestaron ayer contra el proyecto de reforma de los Jardines de Eduardo Marquina, más conocidos como Turó Park, que ha puesto en marcha el Ayuntamiento de Barcelona y que mantendrá cerrado al público este espacio durante todo el tiempo que duren las obras, más de nueve meses. Poco podía imaginar el gobierno municipal cuando se le ocurrió impulsar la adecuación del jardín de estilo inglés, diseñado por Nicolau M. Rubió i Tudurí, que iba a darle tantos quebraderos de cabeza. Precisamente la larga duración de las obras, la creación de dos nuevas puertas de acceso al parque y la supresión del pipicán que plantea la reforma son interpretadas por los vecinos como parte de una actuación que puede desvirtuar el carácter recogido de un espacio singular que desean preservar como siempre ha sido. Ni las escasísismas modificaciones introducidas en el proyecto inicial, auspiciadas por los vecinos, que han recogido más de 4.000 firmas contra el proyecto municipal, ni los argumentos del consistorio, que aboga por "abrirlo al resto de la ciudad", han convencido a un colectivo de residentes que rechazan de plano la transformación del parque.

Salvando las diferencias, en lo que sí hay unanimidad es en admitir que Rubió i Tudurí hizo un buen trabajo que es preciso preservar al máximo. Su autor sentía una especial debilidad por la parte alta del jardín, donde diseñó una explanada de arboleda y una tupida pradera sombreada.Todos le reconocen su capacidad para armonizar una variedad de formas y rincones nada fácil de conseguir en una superficie no muy amplia. Otro aspecto que tener en cuenta es el empeño de Rubió i Tudurí por conservar la vegetación y los elementos que quedaron de una etapa anterior en la que el recinto funcionó como parque de atracciones.

El aprecio por los aspectos más logrados del parque -que, según el Ayuntamiento, quedarán a salvo- no impide a la municipalidad modificar los elementos que se han ido degradando con el paso del tiempo ,como el antiguo teatrillo o la pista de patinaje. El pequeño quiosco se trasladará al espacio más frecuentado ahora por los aficionados al skating. Una de las actuaciones previstas que luego se suprimieron del proyecto inicial por la presión vecinal fue la construcción de un bar restaurante. Otro punto de fricción es la vieja verja industrial, que se sustituirá por otra de estilo más clásico que rodeará el parque, cuyo perímetro se mantendrá intacto. Se plantará vegetación que reducirá el ruido y la contaminación.

Eso sí, durante los nueve meses que está previsto que duren las obras, el parque permanecerá cerrado. Las calles de Pérez Cabrero y Ferran Agulló se reordenarán manteniendo la anchura actual, pero ampliando la acera que da a las fachadas de las fincas. Se eliminará una fila de aparcamientos y en su lugar se construirá otra acera lindante con el parque.

La intervención en el Turó Park respetará la superficie cubierta de césped, en contra de los criterios municipales actuales, que abogan por especies que precisan menos agua. Para que su mantenimiento resulte menos costoso, se instalará un sistema de riego automatizado programado que reducirá un 15% el consumo al nutrirse del agua almacenada en el depósito subterráneo de Bori i Fontestà. De esta forma, el jardín se incorporará a la lista de zonas verdes de la ciudad que se cuidan siguiendo criterios de sostenibilidad.