Esperanzas rotas
Los acontecimientos de las dos últimas semanas (...) hacen totalmente imposible para los líderes de ambas partes ni siquiera pensar en la posibilidad de reabrir las negociaciones, y mucho menos en hacer concesiones que son necesarias para que tengan éxito las mismas. (...) Arafat se resistía a asistir a las negociaciones de Camp David porque, como dijo a Bill Clinton, no estaba preparado para lo que EE UU pensaba que sería el final de la historia, un acuerdo en los más espinosos problemas del contencioso palestino-israelí, sobre todo en lo referido al control de la parte oriental de la ciudad de Jerusalén. Arafat dijo la verdad: no estaba preparado (...) y muchos diplomáticos norteamericanos creen dudoso que alguna vez lo llegue a estar. (...) No hay la menor duda de que Israel merece ser condenado por el uso excesivo e injustificado de la violencia en respuesta a las revueltas palestinas, como tampoco puede haberla de que Arafat tiene la responsabilidad de tolerar, si no animar realmente, la violencia que ha dejado tras de sí tantos muertos y heridos. (...) Le ha faltado el coraje político necesario para dar los últimos pasos necesarios para alcanzar un acuerdo de paz. (...) Tanto Arafat como Barak realizan en estos momentos movimientos tácticos que pueden serles útiles ahora, pero en lo que ambos deberían pensar en estos momentos es en el oscuro y devastador futuro que espera a sus pueblos si fracasan en acabar con la violencia y no se mueven para retomar su diálogo roto.Los Ángeles, 13 de octubre
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