Superlujo en la sede comunista
La mejor fiesta de ayer noche en París, la más lujosa, la más frívola, era la que celebraban en la plaza del coronel Fabien, en la sede del Partido Comunista Francés (PCF), en su simbólico edificio concebido por el célebre arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. Los invitados, además de Robert Hue, secretario nacional del PCF, eran los habituales de los desfiles de moda, no en vano todos habían sido convocados bajo la cúpula que tradicionalmente acoge al Comité Central para ver la ropa de primavera -verano de la marca Prada."El PCF no está contra el lujo" explicaba el gerente del local, "pues el lujo puede generar riqueza colectiva". Para Robert Hue la iniciativa demuestra que "los comunistas hemos cambiado". La realidad, cambio político y elogio del lujo al margen, es que el PCF está arruinado. En 1999 consiguió hacer cuadrar las cuentas gracias a la venta de parte de su patrimonio inmobiliario. La sede de coronel Fabien es sagrada o casi y, además, es un edificio singular, clasificado, que no puede derribarse ni ser modificado, por algo Niemeyer, el hombre de Brasilia, figura en todas las historias de la arquitectura contemporánea. Pero la sede si puede ser alquilada y a los burgueses puede que les proporcione algún estremecimiento suplementario ver desfilar a las top-models donde no hace aún muchos años se seguía discutiendo sobre la vigencia de la dictadura del proletariado o se estimaba, en frase célebre del predecesor de Hue, que "el balance de la URSS es globalmente positivo".
Malas lenguas aseguran que Miuccia Prada ha pagado 300.000 francos (unos ocho millones de pesetas) a la dirección del PCF para que 1200 personas puedan contemplar las creaciones de su marca y beban luego champán mientras bailan hasta las 4 de la mañana, quien sabe si al ritmo de Internacional techno. "Sólo puedo decirles que coronel Fabien es un lugar muy tendance" admitía ayer el gerente. Para Hue el problema no es estar o no al día. Para él no queda otra solución. Al mismo tiempo que los invitados eran, como comentaba el diario Libération, la demostración práctica de la validez de un lema que podía rezar "mientras esperamos que el PCF vuelva a estar de moda, traigamos la moda al PCF", Robert Hue discute ante los tribunales sobre la financiación ilegal del Partido. De momento todo va bien. Hue y sus abogados han logrado demostrar que no hay pruebas de trasvase de dinero entre GIFCO, la sociedad que gestionaba los contratos de obras públicas en los ayuntamientos dirigidos por alcaldes comunistas, y el PCF. Puede que las sociedades pagasen un plus a GIFCO pero no hay rastro de que luego esa propina acabase en la caja fuerte de la sede de coronel Fabien. Y Hue no se ha conformado con esta victoria técnica. "En realidad la principal fuente de financiación siguen siendo los cargos políticos, que entregan parte de sus sueldos, las cotizaciones de lo militantes y alguna campaña como la del muguete".
Lo del muguete lo dijo sin pestañear, sin que se le escapase ni una sonrisa. Según parece cada 1 de mayo el PCF logra que 12.000 simpatizantes vendan un promedio de 84 mini-ramos de muguete a 10 francos la unidad de manera que la operación aporta el equivalente de 250 millones de pesetas anuales, mucho más pues que ese complemento frivolón que significa Prada. No nos confundamos pues, el muguete es lo sustancial y el desfile de Prada sobre la mesa redonda del Comité Central es anecdótico o, cuando menos, accesorio.
Estos últimos años nada en el PCF es como antes. El diario L'Humanité ya no es el órgano oficial del PCF sino un simple diario que pierde una fortuna a pesar de trabajar con una plantilla tan reducida que, de llegar su número a oídos de la UGT, sería denunciada ante los tribunales de trabajo. La célebre fiesta de L'Huma, que se celebraba cada año para recaudar dinero, es ahora fuente de pérdidas. El número de militantes ha disminuido, de 270.000 a 187.000 entre 1996 y ahora, y eso si admitimos como buenas las cifras oficiales.
El bueno de Robert Hue, que tiene a tres ministros en el gobierno de "izquierda plural", es un aficionado al Grand ecart, ese paso de baile que exige separar las piernas al máximo. ¿Por qué no seguir defendiendo entonces la vigencia del llamado impuesto sobre las grandes fortunas a la vez que se acoge a Prada y sus amigos en coronel Fabien.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.