Contra los elementos
Los toreros vinieron a luchar contra los elementos, que menudos eran -en forma de toro, bronco; en forma de viento, gélido-, y no se les arrendaba la ganancia.Alguien del tendido, que se identificaba con los coletudos y le moqueaba el constipado, lo decía en audiencia pública: "No hemos venido a luchar contra los elementos".
Oírlo, los taurinos se amostazaban. Los taurinos -o buena parte de ellos- oyen lo de elementos y se dan por aludidos. Claro que no está mal traído el barrunto. Los hay que son unos elementos de tomo y lomo, auténticas alhajas, buenas piezas.
Hablamos del toro y del toreo, lo diferentes que eran años atrás, y con los taurinos pasa lo mismo. A lo mejor una cosa trae la otra. Los taurinos de anteriores generaciones puede que no resistieran la tentación de dar gato por liebre si convenía a su negocio, pero nunca se salían del marco de la propia fiesta, no la hubiesen denigrado jamás, sabían lo que se pescaban, conocían la tauromaquia y además, ¡qué demonio!, tenían gracia.
Segovia / Pauloba, Renco, Cid
Cinco toros de Carmen Segovia, terciados en general pero con trapío y poder, duros de pezuña y dificultosos; varios desarrollaron sentido. 6º de Los Eulogios, con cuajo, serio, manejable.Luis de Pauloba: pinchazo, estocada corta perpendicular escandalosamente baja y descabello (silencio); tres pinchazos -aviso-, dos pinchazos más y dos descabellos (silencio). El Renco: estocada contraria y descabello (silencio); estocada corta, rueda de peones y descabello (ovación y salida al tercio). El Cid: cuatro pinchazos -aviso-, otro pinchazo y cuatro descabellos (pitos); estocada ladeada (silencio). Plaza de Las Ventas, 12 de octubre. 7ª y última corrida de la Feria de Otoño (fuera de abono). Media entrada.
Dentro del taurinismo actual, en cambio, hay una caterva de prepotentes e ignorantes, aprovechados de los valores de la fiesta pero sin importarles en absoluto traicionarlos o incluso destruirlos, sin idea de lo que es el toreo y además, ¡rayos!, tienen maldita la gracia. Son unos mediocres y unos muermos de mucho cuidado.
Y así le va a la fiesta, donde hay toreros de valía sin ayuda y sin futuro, mientras los hay malísimos que se llevan el gato al agua y -lo que es peor- han convertido las corridas, antes argumentadas y emocionantes, en un aburrimiento mortal.
Los tres diestros que cerraron la Feria de Otoño son de aquellos con señaladas virtudes toreras pero que les habría dado igual no tenerlas. Cada tarde las demuestran pese a que los ponen con ganado difícil, y sólo les vale para esperar una nueva oportunidad de estrellarse.
Los toros de Carmen Segovia sacaron un genio, a veces una bronquedad, y hasta un sentido de los que ya no se llevan. Terciados de tipo, les sobraba trapío y a varios de ellos también poder. Dos derribaron con un estrépito como hace tiempo no se producía. Después de empujar encastados a la durísima vara, acababan derribando en los puros medios y mandando al picador a freír gárgaras. Los porrazos fueron tremendos. Menos mal que algunos picadores están hechos de distinta materia a la del resto de los mortales, según descubrió Wenceslao Fernández Flórez.
Con este ganado duro de pezuña, probón e incierto, que hubiese puesto a muchas figuras en franca huida, vimos porfiar redondos y correr la mano con mucha verdad a Luis de Pauloba, un estilista del arte de Cúchares al que no se ha hecho justicia. Vimos a El Renco, valeroso, lidiador, recrecido, capaz de sacar excelentes muletazos sueltos a un toro probón y a otro peligrosísimo que desarrolló sentido. Vimos a El Cid, reapareciendo de una grave cornada (y recibido con aplausos por la afición), que de poco lo manda de nuevo al hule el terrible derrote que le lanzó el tercer toro. Voluntarioso con este y con el de Los Eulogios -de mejor conformar- al que meció unas verónicas de estupenda factura. Y entre estos toreros detalles, los derrotes, los arreones, el viento racheado que flameaba pañosas, los elementos... Mal asunto, los elementos.
Babelia
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